Mitología venezolana

Sin embargo, al ver a este hombre solo, le envió un pájaro carpintero como mensajero para preguntarle si quería compañía.

Este yukpa tomó a una de ellas haciéndole cosquillas y al reírse la mujer su cuerpo consiguió tener alma.

[4]​[5]​ Wannadi, el hijo del sol, dios de la luz y la vida.

Se dice que hace muchos años atrás hubo una gran inundación.

Ellos se fueron a una gran montaña llevando semillas de palma moriche y desde allí las dispersaron lanzándolas hacia el mundo.

De estas semillas nacieron los hombres y las mujeres que pueblan el planeta.

Este era el poseedor del fuego, y lo guardaba celosamente en una cueva, alejado de los seres humanos.

[3]​ En la tradición de los jiwi, Kúwai era el dios creador del mundo y los seres humanos.

Para crear al primer ser humano utilizó barro, pero la lluvia lo deshizo, en un segundo intento usó cera de abejas, pero el sol lo derritió, al tercer y último intento lo hizo de madera.

[3]​ En un principio, la gente vivía en la oscuridad y sólo se alumbraba con el fuego de los maderos.

Así, llamó a su hija mayor y le ordenó ir hasta donde estaba el dueño de la luz para que se la trajera.

Pero eran muchos los caminos y el que eligió la llevó a la casa del venado.

Así, ella descubrió la luz y su dueño, después de mostrársela, la guardó.

Pero ella recordó que debía llevarle la luz a su padre y entonces su amigo se la regaló.

Le llevó el torotoro al padre, quien lo guindó en uno de los troncos del palafito.

Una vez Caribay vio volar por el cielo cinco águilas blancas y se enamoró de sus hermosas plumas.

Fue entonces tras ellas, atravesando valles y montañas, siguiendo siempre las sombras que las aves dibujaban en el suelo.

Llegó al fin a la cima de un risco desde el cual vio como las águilas se perdían en las alturas.

Caribay quería adornarse con esas plumas tan raras y espléndidas y corrió hacia ellas para arrancárselas, pero un frío glacial entumeció sus manos, las águilas estaban congeladas, convertidas en cinco masas enormes de hielo.

A este se le rendían sacrificios para que el cultivo fuera bueno.

[3]​ También existe Arco, el cual es una deidad acuática que posee una naturaleza dual: a la vez es creador y destructor, cura pero también ocasiona enfermedades.

La pareja se metía en una cueva y amenazaban con la pérdida de la vida a quien osara entrar, pues decían que dentro había un dios que todo lo devora y sólo ellos, reyes del agua, podían pasar.

Buscando pajuelas encontró hojas y orugas chamuscadas, como si el fuego del cielo hubiera estado por ahí.

La pareja comía las orugas sin percatarse de Bobo, tras lo cual, se durmieron satisfechos.

Las tres aves celebraron el robo del fuego, pero ningún animal supo aprovecharlo.

Los hombres que vivían junto al Orinoco se apoderaron de las brasas que ardieron durante muchos días en la sequedad del bosque, aprendieron a cocinar los alimentos y a conversar durante las noches alrededor de las fogatas.

El mito de Amalivaca , obra de César Rengifo localizada en el Centro Simón Bolívar de la ciudad de Caracas
Venus de Tacarigua, representación escultórica de Alejandro Colina en Maracay