La idea de un único emperador soberano se sustanció en Occidente con Carlomagno y su imperio, que se convirtió con los otónidas y sus sucesores en el Sacro Imperio Romano Germánico.
[7] La idea de prelación del Imperio sobre los reinos de Europa occidental fue aceptada por éstos, especialmente por cuanto se mantuvo en un plano teórico, y subsistió a la fragmentación territorial del Imperio, que se vació de poder político o militar efectivo.
[10] Otras monarquías con vocación universal surgieron en ambos extremos de Europa: Inglaterra y Rusia.
Si la cercanía al protestantismo trajo "desunión más que unión" al imperio británico, y el catolicismo unidad ideológica al español, es cuestión poco evidente;[14] siendo más bien las cuestiones económicas y el federalismo político los principios que proporcionaron unidad a un imperio que no podía sostener firmemente el principio de unidad religiosa (Imperial Federation -"federación imperial"- promovida Joseph Chamberlain).
La última pretensión de crear una monarquía universal centrada en Europa fue la del Segundo Imperio Alemán al inicio de la Primera Guerra Mundial, enseguida frustrada por los hechos.
Mientras en Occidente el título de emperador había perdido buena parte de sus connotaciones religiosas en la Edad Moderna, el título en Asia oriental las había conservado enteramente.
El Imperio Chino era una monarquía universal que veía a todos los demás reyes como tributarios.