La primera comunidad, formada por cinco monjas recoletas bernardas, procedentes de Valladolid, se instalaron provisionalmente en casas particulares.
A ellas se sumó en 1658, la misma fundadora, María de Lazcano, hasta su fallecimiento en 1664.
Las obras de construcción del monasterio propiamente dicho arrancaron en 1650 y evolucionaron con parsimonia.
Su fachada, asomada a un cuidado jardín, está levantada en piedra sillar bien labrada y horizontalmente se organiza en dos cuerpos más un frontón de remate.
En la calle central, presidiendo el mueble, la talla de Santa Ana con la Virgen Niña.