[2] Los movimientos antitabaco crecieron en muchos países desde inicios del siglo XX,[3][4] pero tuvieron poco éxito, excepto en Alemania, donde la campaña fue apoyada por el Gobierno tras la llegada de los nazis al poder.
[10] La campaña antitabaco alemana incluyó la prohibición de fumar en tranvías, autobuses y trenes urbanos.
La siguiente organización antitabaco, la Bund Deutscher Tabakgegner (Federación Alemana de Opositores al Tabaco) fue establecida en 1910 en Trauntenau, Bohemia.
La primera de tales revistas en idioma alemán fue Der Tabakgegner (El opositor al tabaco), publicada por la organización bohemia entre 1912 y 1932.
El Deutsche Tabakgegner (Opositor alemán al tabaco) fue publicado en Dresde de 1919 a 1935 y fue la segunda revista sobre este tema.
[16] El que sería presidente del Gobierno alemán entre 1933 y 1945, Adolf Hitler era un gran fumador en su juventud: solía fumar entre 25 y 40 cigarrillos al día; pero dejó el hábito al concluir que era un derroche de dinero.
[9] A menudo, Hitler es considerado el primer líder nacional en abogar en contra de fumar.
Esta opinión fue respaldada por una conocida higienista racial, Agnes Bluhm, cuyo libro publicado en 1936 expresaba la misma postura.
[2] Los proyectos de investigación financiados por los Gobiernos del Partido Nazi revelaron que fumar tenía muchos efectos desastrosos para la salud.
Citó la opinión del patólogo Franz Buchner sobre los cigarros como «un veneno coronario de primer orden».
Se publicaron artículos en defensa del antitabaquismo en las revistas Die Genussgifte (Los estimulantes recreacionales), Auf der Wacht (En la mira) y Reine Luft (Aire limpio).
El presidente de la Asociación Médica en Alemania anunció que «las mujeres alemanas no fuman».
También fue prohibido ridiculizar a los activistas antitabaquismo,[42] así como el uso de afiches publicitarios en vías ferroviarias, en zonas rurales, estadios y otros espacios públicos.
Se concertaron conferencias médicas para persuadir al personal militar para que dejaran de fumar.
[12] La tasa de fumadores en Alemania aumentó incluso más rápido que en la vecina Francia, donde el movimiento antitabaco era pequeño y mucho menos influyente.
Así, publicaron nuevos diarios e intentaron retratar el movimiento antitabaco como «fanático» y «no científico».
[5] La industria tabaquera también intentó responder a la campaña gubernamental nazi para impedir que las mujeres fumaran y utilizó modelos en sus avisos publicitarios.
La portada de la popular canción Lili Marleen mostraba a la cantante Lale Andersen cogiendo un cigarrillo.
Por otra parte, se negó el acceso al tabaco a los grupos estigmatizados, tales como los judíos o los prisioneros de guerra.
[47] Los higienistas raciales se oponían al uso del tabaco por temor a que «corrompiera» el «plasma alemán original».
[49] Los activistas nazis antitabaco, a menudo, intentaron retratar el tabaco como un «vicio» de los africanos «degenerados».
[47] Los nazis sostenían que los judíos eran responsables de introducir el tabaco y sus efectos nocivos.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día en Alemania anunció que fumar era un vicio insano propagado por los judíos.
El contrabando de tabaco prevaleció[51] y muchos líderes nazis que habían apoyado la campaña antitabaquismo fueron ejecutados.
Para fines del siglo XX, la campaña antitabaco en Alemania fue incapaz de exceder a la influencia que tuvo en el clímax de la era nazi entre los años 1939 y 1941 y la investigación sobre el tabaco en la salud en Alemania fue descrita por Robert N. Proctor como «amortiguada».