La arquidiócesis tiene como sufragáneas a las diócesis de Acireale y Caltagirone.
[3] La historiografía reciente ha aclarado la falta de evidencia historiográfica que sustente una erección en el siglo I, sin embargo, nada lleva a excluir completamente la historicidad de la figura de Berillo, en un período por otra parte diferente del atestiguado por la tradición, es decir, en una época incierta entre los siglos III y IV.
Otros en cambio de Catania participaron en los sínodos convocados en Roma por los papas (Giorgio en 679 y Giuliano en 680).
En este contexto Catania asumió un papel prestigioso, hasta el punto de ser elevada a sede metropolitana, sin sufragáneas, como atestiguan los sellos de los metropolitanos Costantino II y Antonio y la Notitia Episcopatuum redactada en tiempos del emperador León VI y datable a principios del siglo X.
Roger I dotó la iglesia catanese de muchos bienes y privilegios y invistió al obispo de las prerrogativas feudales, con amplios poderes sobre la ciudad, el territorio circunstante y el mar, con derecho a ejercer justicia; muchos de estos derechos fueron abolidos por Federico II en el siglo XIII.
[8] «Dos instituciones eclesiásticas marcaron la vida de la diócesis durante varios siglos».
Los conflictos entre los dos capítulos no fueron raros, hasta que el obispo Nicola Maria Caracciolo consiguió la supresión del capítulo monástico, que fue secularizado[nota 3] por el papa Pío V en 1568.
Este unicum logró superar incluso la ola reformista del Concilio de Trento y continuar hasta el siglo XX.
[nota 4] En 1572 el obispo Antonio Faraone fundó en Catania el primer seminario siciliano.
[nota 5][11][8] En el siglo siglo XVIII el obispo Salvatore Ventimiglia publicó un catecismo en idioma siciliano que se utilizó hasta la llegada del papa Pío X; e instaló una imprenta en el seminario donde se imprimió el Nuevo Testamento en griego y varias obras de clásicos latinos y griegos.
Posteriormente el gobierno propuso el traslado de Giulio Arrigoni, arzobispo de Lucca, lo que la Santa Sede rechazó porque en el pasado los obispos no sicilianos habían recibido poca acogida en la isla.
[16][17] Su sucesor, Giuseppe Francica Nava (1895-1928), dio a la pastoral de la diócesis una impronta más marcadamente social.
En noviembre de 1994 la arquidiócesis recibió la visita pastoral del papa Juan Pablo II.