Además, también se encontraban alrededor de mil trabajadores guaneros y sesenta presidarios.
El Perú protestó enérgicamente por las acciones españolas y tras el Congreso americano de 1864, los delegados del mismo exigieron a la flota española retirarse de las islas, mas no hubo respuesta positiva.
Entonces el congreso solicitó al presidente Pezet el intervenir militarmente para expulsar a los invasores, pero este se negó reconociendo la inferioridad naval de la flota peruana frente a la española.
Esto intimaría a Pezet, quien finalmente cedería a la presión y arreglaría el conocido como tratado de Vivanco-Pareja, donde el Perú aceptaba casi todas las pretensiones españolas para la paz.
Este acto de sumisión sería repudiado por gran parte de la población, especialmente la prensa y el sector político, llegando el congreso incluso a negarse a ratificar el tratado.