Pallares

Como toda esta zona de Sierra Morena, se caracteriza por la existencia de amplias áreas en las que afloran materiales precámbricos, con alineaciones montañosa que siguen la dirección herciniana NW-SE.

Pallares está ubicado sobre un batolito, con afloramientos de rocas graníticas conocidas en la zona por marrales.

Aunque fue localidad conocida por sus viñas, estas han desaparecido en su totalidad, al igual que las huertas que surtían de verduras, frutas y hortalizas, quedando solo algunos pequeños huertos de ocio.

El olivar es el segundo agroecosistema en importancia, ubicado en zonas llanas próximas al pueblo y, en menor medida, en algún cerro.

La variedad cañaval es la que predomina abrumadoramente, aunque hay algún ejemplar sevillano y manzanillo.

Las especies cinegéticas son tórtolas, palomas, perdices, conejos, liebres y zorzales.

La identificación de un castro celta todavía inexcavado entre Pallares y Santa María de Navas, cerca del río Vendoval, nos estaría indicando que este territorio pertenecería a la parte céltica.

De época árabe es la fortificación que se ubica sobre el monte más emblemático de Pallares, el Cerro Castillo, en torno al cual se han encontrado diversos restos cerámicos datados al menos en el siglo X.

El topónimo Pallares no se sabe a ciencia cierta de donde procede, aunque pueda ser el resultado del astur pajares.

En cualquier caso, las más tempranas referencias siempre aluden a la zona como dominio de la vid.

Alrededor de Pallares lo que encontramos referido desde la conquista castellana hasta el siglo XIX es el predominio del bosque mediterráneo y algunas dehesas (Bernal, 2002).

A ese reclamo acudieron muchos pudientes, incluso el pintor Zurbarán tuvo casa, y en la finca de El Conde pasaba temporadas la poeta Catalina Clara.

Arturo Gazul, escritor y poeta, fue ya en el siglo XX el último conocido veraneante de este tipo.

La estructura de la propiedad sólo se vio amenazada durante la República, en que con la Reforma Agraria las fincas de mayor tamaño se repartieron entre trabajadores del campo y colonos para la siembra.

Con el proceso modernizador de los años sesenta del pasado siglo, la población emigró masivamente a las ciudades y a otros países, la agricultura entró en crisis, se abandonaron bastantes tareas agrícolas, se redujo la mano de obra en las fincas y la zona se especializó en la ganadería.

El pueblo sufrió una sangría demográfica enorme y, finalmente, ya en los años setenta, el desempleo terminó siendo la realidad cotidiana de buena parte de los trabajadores, convertidos entonces en parados rurales (Acosta-Naranjo 2007).

Urbanísticamente el pueblo creció a partir de los años 80, ampliándose en nuevas calles.

La población ha sufrido un gran retroceso desde la crisis provocada por el éxodo de los años sesenta.

Igualmente destaca la presencia de ovejas, siendo muy poco relevante la cabra, salvo en alguna explotación intensiva para leche.

El sector servicios es el segundo en importancia pero de muy escasa presencia, relacionado con el pequeño comercio, hostelería y las reparaciones.

El servicio doméstico, principalmente en grandes ciudades próximas como Sevilla, y la emigración estacional a la hostelería en la costa, fundamentalmente Ibiza, son una fuente significativa de ingresos para una parte de las familias.

La entrada en la Unión Europea hizo algo parecido respecto a la agricultura, muy dependiente también de los subsidios de la Política Agraria Común (PAC), que en la inmensa mayoría reciben grandes propietarios que viven fuera, sobre todo en las ciudades (Acosta-Naranjo, 2007).

Del exterior sobresale la espadaña y el remate de su cornisa (Mateos García, 2001: 119).

El retablo, donado por la familia Alvear-Almunia en los años 80 del siglo pasado, es una obra barroca.

Lo preside la talla polícroma de la patrona, Santa María Magdalena, del siglo XVIII.

En el Altozano se halla una cruz de forja, con una inscripción del año 1881.

A principio de febrero, se celebran Las Candelaas, con una gran hoguera en el Altozano.