Panchito Gómez Toro

En 1878 se inicia un período difícil para la familia Gómez Toro, con el fin de las hostilidades independentistas cubanas.

Jamaica, Honduras, Estados Unidos, Haití los acogen; y en 1888 llegan a Santo Domingo, la tierra del padre.

Panchito estaba plenamente identificado con la situación que se vivía en Cuba y la necesidad de iniciar nuevamente las acciones para lograr la definitiva independencia.

Panchito contrae una gran responsabilidad, que gustosamente cambiaría por poder estar combatiendo en la manigua de Cuba.

Desde su hamaca puntualizó un plan dirigido a atacar Marianao y otros suburbios capitalinos.

A las voces de “¡Fuego, fuego en San Pedro!”, se sucedió una nutrida balacera que provocó desorden total en el campamento.

Ante la confusión observada pidió un corneta para ordenar el toque a degüello y levantar la moral combativa.

La fuerza enemiga se parapetó tras unas cercas de piedra que dominaban el área con su fusilería.

Maceo decidió realizar un movimiento envolvente por ambos flancos para desalojarlos del parapeto y batirlos en el potrero aledaño.

La maniobra fue descubierta y un aguacero de proyectiles no les dejó terminar la faena.

Tras unos segundos de incertidumbre, el galeno tomó la misma decisión y se retiró asustado, desmoralizado.

Tres días más tarde, se acogería al indulto español; luego solicitaría reincorporarse a la contienda.

Pedro Díaz igualmente se marchó; los tres con el mismo argumento: iban por refuerzos que nunca llegaron.

Después de gran esfuerzo, lo montaron en un caballo que fue fusilado en el campo enemigo.

Decidieron esconderlos en la finca Cacahual, propiedad de Pedro Pérez, tío del teniente coronel Juan Delgado.

Pedro Pérez cumplió su promesa y guardó el secreto con celo extraordinario, aún en medio de las penurias que debió sufrir durante la reconcentración.

Para cerrar este año fatal perecían el lugarteniente general y, muy poco después, José María Aguirre.

Y aquel viejo soldado con el pellejo curtido por tanta pelea; de pronto, comenzó a llorar.

Aún no había cumplido 21 años y su sangre anegaba los campos de la patria.

Días después la noticia del deceso le llegaría al padre, sumiéndolo en una profunda tristeza que le lleva a expresar: "Murió mi Panchito amado muy lejos de mí; mis brazos se quedaron abiertos, esperándole, porque así lo dispuso el destino (...) Descansa en paz héroe feliz, flor de un día que esparció sus perfumes entre los suyos (...) siempre te estaremos llorando (...) en el hogar que tu eterna ausencia ha dejado desolado y triste, eterno será tu duelo".