Ella vivía a la sazón en un rancho o campamento cuidado por sus propios hermanos.
El 14 de julio de ese mismo año, acompañada por el propio general Gómez, que había retornado a Camagüey, entre otras cosas a recogerla, cruza Bernarda Toro, con su hija, la Trocha, para seguir a las Villas al glorioso marido.
Ha viajado por varios países, tras las huellas de Gómez, donde se ha enfermado y donde han venido al mundo varios de sus hijos, entre ellos, Francisco Gómez Toro, más conocido como Panchito.
Tomás Estrada Palma ordena que se le entreguen quinientos pesos oro, pero ella se niega a recibirlos, y costó mucho trabajo al delegado poder convencerla de que los aceptara.
Un dardo aun más doloroso se le clavaría en el pecho a fines de ese año de 1896: su hijo Francisco, aquel que animoso y entusiasta la abandonara unos meses antes para dirigirse a Cuba, había caído gloriosamente en Punta Brava, junto al mayor general Antonio Maceo.
Regresó a Cuba tras el fin de la Guerra hispano-cubano-estadounidense.