[6][4] El protozoo Toxoplasma gondii, por ejemplo, infecta a pequeños roedores y hace que se vuelvan descuidados e incluso puede hacer que se sientan atraídos por el olor de la orina felina, lo cual aumenta el riesgo de depredación y la posibilidad del parásito de infectar a un gato, su anfitrión definitivo.
La manipulación directa es cuando el parásito en sí mismo afecta al hospedador e induce una respuesta conductual, por ejemplo, creando compuestos neuroactivos que estimulan una respuesta en el sistema nervioso central (SNC) del hospedador, un método practicado principalmente por parásitos que residen dentro del SNC.
El enfoque más común para los parásitos es inducir indirectamente respuestas conductuales interactuando con el sistema inmunológico del huésped para crear los compuestos neuroactivos necesarios para inducir una respuesta conductual deseada.
[9] Los parásitos también pueden afectar indirectamente el comportamiento de sus hospedadores al alterar su metabolismo, desarrollo o inmunidad.
Los virus de la familia Baculoviridae inducen en sus hospedadores cambios tanto en el comportamiento alimentario como en la selección del entorno.
Cuando los viriones ("unidades" de virus) están listos para dejar al hpspedador, la oruga sube más y más, hasta que sus células secretan enzimas que "disuelven al animal en una sustancia viscosa", haciendo llover trozos de tejido y material viral para su ingestión por futuros hospedadores.
Cuando un roedor consume la materia fecal, se infecta con el parásito (convirtiéndose en su hospedador intermedio).
[17] El nematodo parásito Myrmeconema neotropicum infecta a la hormiga intermediaria Cephalotes atratus.
Aunque los grillos suelen ahogarse en el proceso, los que sobreviven muestran una recuperación parcial y vuelven a sus actividades normales en tan sólo 20 horas.
[22] El trematodo Leucochloridium paradoxum madura dentro de caracoles del género Succinea.
[24] Schistocephalus solidus es una tenia parasitaria con tres hospedadores diferentes, dos intermedios y uno definitivo.
De los huevos nacen larvas libres, que a su vez son ingeridas por copépodos (el primer hospedador intermedio).
[26] Esta manipulación del comportamiento inducida por el parásito aumenta efectivamente la posibilidad de que sea consumido por su ave huésped definitiva.
[28] La avispa parásita Hymenoepimecis argyraphaga desarrolla sus larvas en arañas de la especie Leucauge argyra.
Poco antes de matar a su hospedador, la larva le inyecta una sustancia química que cambia su comportamiento de tejido,[30] haciendo que teja una estructura fuerte, parecida a un capullo.
[32] La avispa Dinocampus coccinellae es a la vez endoparásita y ectoparásita de las mariquitas.
La avispa inyecta un huevo en el abdomen del escarabajo, donde la larva se alimenta de su hemolinfa.
Este uso del huésped como protección se ha denominado manipulación de guardaespaldas.
[45] La hipótesis de la manipulación adaptativa postula que los parásitos pueden utilizar alteraciones específicas del comportamiento inducidas en un hospedador para aumentar su aptitud.
[51] Un científico puede estimular una determinada vía para producir un comportamiento específico, como el aumento del apetito o la disminución de la ansiedad; los parásitos también producen cambios de comportamiento específicos en sus huéspedes, pero en lugar de estimular vías neurológicas concretas, parecen dirigirse a zonas más amplias del sistema nervioso central.
Aunque los mecanismos próximos que subyacen a esta amplia selección no se han caracterizado completamente, se han identificado dos mecanismos utilizados por los parásitos para alterar el comportamiento de los huéspedes vertebrados: la infección del sistema nervioso central y la alteración de la comunicación neuroquímica.
El sistema nervioso central del huésped responde al parásito como lo haría ante cualquier otra infección.
Entre los parásitos que se sabe que inducen cambios de comportamiento a través de la inflamación del sistema nervioso central en sus huéspedes se encuentran Toxoplasma gondii en ratas, Trypanosoma cruzi en ratones y Plasmodium mexicanum en el lagarto mexicano.
Por ejemplo, la respuesta inmunitaria típica de los roedores se caracteriza por una mayor ansiedad.
[53] El comportamiento social está regulado por neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina, en los centros emocionales del cerebro -principalmente la amígdala y el hipotálamo-, y aunque los parásitos pueden ser capaces de estimular vías neuroquímicas específicas para inducir cambios de comportamiento, las pruebas sugieren que alteran la comunicación neuroquímica a través de un objetivo más amplio que específico.