En su esplendor, se conocía como el Gibraltar de las Antillas, en referencia a su altura imponente y la invulnerabilidad del lugar.
En 1782, los franceses, bajo el mando del Conde-Almirante François Joseph Paul de Grasse sitió la fortaleza.
Los británicos, comandados por el Almirante Samuel Hood, I vizconde de Hood, resistieron un mes de sitio, pero disminuidos en número y la guarnición británica se rindió.
Las fortalezas fueron reforzadas e incrementadas, después del tratado, por ello nunca más cayeron bajo una fuerza enemiga.
Los británicos abandonaron la fortaleza a mediados del siglo XIX, las estructuras se fueron arruinando gradualmente por el vandalismo y los procesos naturales.