No se presenta en forma uniforme: por ejemplo, la piadina forlivese, cesenate y ravennate es más gruesa, mientras que en la zona de Rimini (piada) tienden a estirarla más fina; la pesarese, llamada también crescia o crostolo en la provincia, es hojaldrada y sabrosa.
El primer testimonio escrito de la piadina se remonta al año 1371.
La etimología es incierta; la mayoría relaciona el término piada (piê, pièda, pìda) al griego πλακούς, focaccia.
Sucesivamente (del siglo XVI al siglo XVIII), mientras asume la forma actual, no es otra cosa que un sustituto del pan confeccionado con ingredientes viles e imposibles de panificar.
Otra hipótesis consiste en entrecruzar las semejanzas con los términos utilizados para indicar platos similares, en el ámbito de todos los países que rotaban en la periferia del Imperio Romano de Oriente (entre ellos también la Romaña).
Los rellenos de hierbas, actualmente difíciles de encontrar, le darían su nombre: esta hierba —de por sí saborizada— podía ser además saborizada con ajo, cebolla o chalote.
Esta usanza derivaría por el largo uso que se realizó siempre en la cocina romañola de hierbas (comprendida la acelga).
Otra variedad es la piedizza, llamada así por presentar los rellenos extendidos sobre una de sus caras, como una pizza.
Literatos como Giovanni Pascoli y Marino Moretti dedicaron algunas de sus obras a la piadina.