[7] El final del Pleistoceno, que transcurrió durante los últimos milenios anteriores al año 10 000 antes del presente, fue un período caracterizado por el retroceso de los glaciares en toda la región andina y patagónica, de modo que surgieron la estepa patagónica y las mesetas altoandinas.
En este período se produjo un marcado ascenso de la temperatura –aunque con altibajos, y siempre mucho más fría que en la actualidad– y un cambio en el régimen de vientos, que marcaron fuertes cambios ecológicos.
Haya sido por la presión de la caza humana o por otras condiciones ecológicas, esta fauna desapareció al comienzo del Holoceno, hace unos 10 000 años.
[16] Estos yacimientos muestran una cierta uniformidad en el desarrollo cultural, con variantes locales: en casi todos ellos aparecen en esta época pinturas rupestres, puntas de flecha o de dardo bifaciales –es decir, trabajadas en sus dos caras y sus dos filos– y con adaptaciones especiales para atarlos a un astil y formar una flecha, especialmente las puntas de flecha conocidas como «cola de pescado», que se encuentran en casi todos los yacimientos, ubicados a veces a enormes distancias, desde la región magallánica hasta la región cuyana y central.
Aparecen en este período armas arrojadizas con puntas de hueso embotantes –es decir, que mataban por impacto, no por herida punzante.
[49] La población creció sostenidamente en el tiempo, y la cultura se estabilizó lo suficiente como para no presentar variaciones significativas a lo largo de los siguientes 4000 o 5000 años.
En las zonas montañosas del norte, el oeste y el centro del país, un tipo racial a veces llamado «huárpido»: personas también de contextura delgada pero muy altas, con piel oscura y, en algunas zonas, los varones tenían barba.
[60] En general se supone que estas poblaciones estaban formadas por pueblos migrados desde el norte, de la región andina central.
[64] Desde el año 1000 a. C. hasta al año 1000 de nuestra era, aproximadamente, las condiciones ecológicas cambiaron en la región pampeana, llegando a ser las mismas que las actuales: aumento de la humedad y la temperatura, retirada del mar hacia la línea costera actual.
[79] Si esto fuera cierto, esta hipótesis probaría que hace algunos miles de años, diversos grupos emparentados de la Amazonia sudoccidental habría emigrado simultáneamente hacia el sur y el este, llevando consigo algunos elementos culturales, tales como sus idiomas, la cerámica y la siembra en zonas periódicamente inundadas por ríos.
[86] La última invasión andina fue la de los incas, a fines del siglo XV, e incluyó una migración focalizada en puntos estratégicamente elegidos por las autoridades militares para organizar el territorio como parte del Imperio incaico, aunque no parece haber influido numéricamente en la composición de la población.
Mientras que las técnicas no sufrieron grandes modificaciones –con la muy notable excepción de la construcción del camino del Inca– la urbanización sufrió una profunda transformación: esto resulta muy claro en los cambios urbanísticos en las ciudades, donde se incorporó la «cancha» o plaza pública y la «callanca», una clase especial de edificio público muy grande, con techo a dos aguas.
Ya en 1916, el etnógrafo y arqueólogo sueco Erland Nordenskiöld atribuyó estas formaciones a migraciones de pueblos arahuacos desde la cuenca del Amazonas, opinión que ha sido sostenida repetidamente desde entonces.
Corresponden a la formación de la llamada «tradición Goya-Malabrigo», correspondiente a pueblos claramente agricultores, cazadores y pescadores, que contaban con una cerámica pesada pero más desarrollada que la de los pueblos vecinos: piezas medianas y pequeñas, adornadas con incisiones y colores simples, en su gran mayoría cuentan con apéndices en forma de animales, generalmente aves.
No eran pescadores especializados, y al parecer obtenían sus presas acuáticas con herramientas más adecuadas para la caza que para la pesca.
Racialmente pertenecían al tipo «amazónico», de cuerpos proporcionados aunque ligeramente bajos, y con cráneos braquicéfalos.
[95] Los españoles no conquistaron todo el actual territorio argentino de un solo golpe, ni tampoco conocieron sus poblaciones sino muy gradualmente.
[98] Generalmente se ha preferido identificarlos por los nombres que les dieron las autoridades coloniales y religiosas españolas, aunque en la actualidad muchos de estos son reemplazados por sus autónimos:[100] así, el nombre mapuches designa a los grupos que anteriormente eran conocidos como pampas, araucanos, pehuenches y manzaneros.
[101][102] Los ava guaraníes y wichis del Chaco occidental corresponden a los que antes eran conocidos con los nombres despectivos de chiriguanos y matacos, al tiempo que se prefiere llamar qom a los antes conocidos como tobas del Chaco oriental.
[109] Hacia el este, en la península Mitre, vivían los manneken o haush, un grupo nómada posiblemente surgido como un cruzamiento entre yámanas y selknams.
El centro y norte de la isla estaba poblada por los selknam, a quienes los yámana –y los argentinos hasta finales del siglo XX– llamaron «onas».
Cazadores permanentemente nómadas, su estrategia de caza era la persecución tenaz de los guanacos y los suris, no permitiéndoles alimentarse ni beber; cuando finalmente la presa estaba lo suficientemente débil, utilizaban las boleadoras, el arco y la flecha para su captura.
Los grupos ubicados más al norte –los taluhet[n. 8]– intercambiaban mercaderías (lana, herramientas de piedra y carne) con las poblaciones litorales, que aportaban principalmente pescado.
[118] Al noreste de la región pampeana se extiende una llanura ondulada rodeada por los grandes ríos Uruguay y río Paraná.
Eran agricultores sedentarios, cazadores de pequeños animales y pescadores; contaban con una cerámica más avanzada que la que utilizaban los pueblos cazadores, aunque algo tosca en comparación con la de sus vecinos del río, y navegaban entre las islas en canoas.
Dado que habitaban una región más calurosa, su vestimenta era usualmente escasa, y ocasionalmente andaban desnudos.
Formaban bandas de guerreros agresivos, y fueron los únicos en el actual territorio argentino que utilizaban flechas envenenadas.[n.
Incorporados primero a los pehuenches,[141] terminaron por ser araucanizados por completo antes de entrar en contacto pleno con los españoles.
[144] Sus casas tenían la particularidad de estar excavadas en la tierra, con el techo apoyado en los bordes del pozo resultante.
También remarcan que las casas eran tan grandes y profundas como para acoger una división de jinetes españoles montados.[n.