Según Jonas, la piedra que entorpece a la fenomenología, es no tratar como se debe el sentido de la corporeidad.
[14][15] Hiroshima y la carrera armamentista atómica, fueron la chispa que en su momento desencadenaron las críticas a las tecnologías.
[16] Pero los grandes avances biológicos y médicos que algo más tarde se sucedieron, igualmente provocaron una intensa reflexión filosófica, especialmente en el área de la bioética.
Pero el problema esencial que plantean hoy día las tecnologías, está ligado a la utilización masiva y repetida por parte de millones de individuos de ciertos productos tecnológicos, lo que causa o podría causar en el mediano plazo consecuencias desastrosas sobre nuestro planeta y sobre la vida allí asentada.
Nuestras obligaciones en cuanto especie se ven así aumentadas: Debemos preservar nuestro planeta y su bioesfera, ya que la vida humana y la diversidad biológica dependen de ello (léase también equilibrio simbiótico).
Muy posiblemente esta vida o al menos sus constituyentes básicos, provienen del polvo estelar, de la materia cósmica.
La obligación de existir del hombre es objetiva, en sí misma, y está anclada en el propio ser.
Es un texto bastante sintético, en donde Jonas explicita el fundamento ontológico de su ética, así como también en qué consiste la misma.
Porque si la obligación de preservar las futuras generaciones realmente existe, la misma no se impone a todos.
La necesidad de comer está fundada ontológicamente, pues pertenece a nuestro ser, a la esencia de alimentarnos para sobrevivir, y lo que además está inscrito en nuestro propio ser.
En revancha, la afirmación Es necesario trabajar para comer, no está fundado ontológicamente, pues lo expresado depende del mundo exterior y de nuestro sistema social, y no de nuestro ser mismo.
Enfoques por cierto controvertidos, pero en todo caso, ésta es la propuesta del citado filósofo alemán.