Procesos de Fráncfort contra homosexuales

Marcaron el fin de una cierta contención en la aplicación del artículo 175 que la Justicia había mantenido tras la II Guerra Mundial.

La policía, que conocía los lugares de encuentro y el ambiente, en general, hacía la vista gorda.

Ese año, el gobierno nazi había ampliado el artículo para incluir cualquier acto «impúdico» entre hombres, lo que en casos extremos podía ampliarse para incluir aspectos tan inocentes como un contacto visual significativo.

[7]​ El fiscal responsable, Dr. Fritz Thiede, que dirigió las pesquisas policiales de forma personal, las llevó con gran entusiasmo.

Blankenstein nombró durante sus declaraciones a 70 clientes con los que habría mantenido más de 200 encuentros sexuales.

[8]​ Blankenstein colaboró en la investigación en todo lo que pudo y se convirtió en un testigo protegido de la acusación (en alemán Kronzeuge), lo que no estaba permitido según el código penal alemán de la época.

El fiscal Thiede trasladó temporalmente para ello su oficina a la Jefatura de Policía.

Las fotografías fueron presentadas a otros chaperos y así se iniciaron 173 pesquisas contra 214 personas, de los que fueron detenidos unas 50, entre ellas, numerosos menores.

Una encuesta entre los lectores resultó en una gran mayoría a favor del artículo 175 y las condenas.

Casi todos los procesos acabaron en condenas, a la vista de las pruebas existentes.

En un caso la defensa consiguió que se realizara a Blankenstein un informe psicológico en el proceso en la audiencia provincial de Fráncfort.

Como consecuencia, Blankenstein se negó a declarar y el juicio terminó con una absolución.

El juicio criminal se hizo de forma pública –incluyendo a la prensa–, lo que era muy poco común en procesos contra menores.

[25]​ El psiquiatra Reinhard Redhardt entrevistó a una parte de los homosexuales envueltos en los juicios y realizó un estudio.