La química medioambiental estudia los procesos químicos que tienen lugar en el medio ambiente global, o en alguna de sus partes: el suelo, los ríos y lagos, los océanos, la atmósfera, así como el impacto de las actividades humanas sobre nuestro entorno y la problemática que eso puede representar.
Asimismo, estudia los tratamientos de dichos vertidos para reducir su carga dañina.
Tradicionalmente, las ciencias ambientales han estudiado los procesos e interacciones en la mesosfera, la exosfera, la geosfera y la biosfera.
La química ambiental no sólo se encarga del estudio de la vida, transporte y evolución de las sustancias en los ámbitos antes señalados, sino que debe añadir quinta esfera, la antroposfera,[7] que involucra las actividades y sustancias realizadas por los humanos.
Estas reacciones suelen ser ignoradas por los científicos e ingenieros implicados en la remediación ambiental.
Por ejemplo, en 1958, Isabel I prohibió la quema de carbón en Londres mientras el parlamento estaba sentado; y en una ley promulgada en 1627 en Lyon, encontramos explícitamente el siguiente texto: “Aerem corrupere non licet” (“ prohibido contaminar el aire ”).
[13] La mayoría de las ciudades antiguas, excepto unas pocas como Babilonia, hasta el siglo XIX descargaban sus desechos directa o indirectamente en ríos y lagos.
Cuando estas ciudades están sitiadas, el agua garantiza una cierta autarquía; por ejemplo, a mediados del siglo XV, la ciudad de Núremberg tenía 100 pozos municipales.
Entre otras cosas, está prohibido arrojar excrementos allí, lavar la ropa o hacer beber a los caballos.
Los métodos no MS que utilizan GC y LC con detectores universales o específicos siguen siendo básicos en el arsenal de herramientas analíticas disponibles.
Otros parámetros que se miden a menudo en química medioambiental son los radioquímicas.
Los bioensayos e inmunoensayos se utilizan para evaluar la toxicidad de los efectos químicos en diversos organismos.