[2][3] Debido a los impactos y los riesgos que conllevan, las quemas agrícolas están sujetas a regulación y, en muchos casos, no está permitido realizarlas sin autorización previa de las autoridades competentes.
Por esta razón, es frecuente que las autoridades las prohíban en los meses de calor, donde las condiciones climáticas favorecen la expansión del fuego.
Aun cuando se permiten, están sujetas a una normativa que varía dependiendo del material o del lugar o época del año en que se realice la quema, pero que generalmente incluye aspectos como el dejar un perímetro limpio de varios metros alrededor de la pila o superficie a quemar, asegurarse al terminar de que la hoguera esté totalmente apagada, o evitar realizarla si existen condiciones meteorológicas adversas (temperatura, viento), entre otras precauciones.
Otra consecuencia de las quemas es la contaminación del aire con efectos nocivos para la población expuesta.
Pueden también presentar dioxinas, al arder restos agrícolas que han estado en contacto con plaguicidas clorados.