Tras el descubrimiento como americano, América fue un complemento para iniciar, el Imperio español, abrió un comercio exterior e interior con la mayoría de los países de Europa; como, Inglaterra, Italia, Alemania y Francia,[1] con los que mantuvo buenas relaciones económicas para la metrópoli hasta finales del siglo XVI.
España buscó a una costa establecer barreras comerciales estrictas alrededor de sus posesiones en América para proteger su monopolio económico.
Por otro lado, al restringir España el libre comercio entre sus colonias y otras naciones europeas, propició el contrabando, mediante el cual se introducían mercancías de manera clandestina a las colonias, así como la piratería inglesa, francesa y holandesa sobre las embarcaciones españolas que llevaban las riquezas metálicas desde América a la metrópoli.
Entre el 5 y 10 de julio, Cortés fundó la primera ciudad con tradición occidental en tierra firme.
En 1519, murió su abuelo paterno, Maximiliano, quien fuera emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
El tornaviaje duraba más que la travesía de ida, generalmente cuatro o cinco meses, pues al salir del mar Caribe los barcos debían navegar al norte, hacia las islas Azores para evitar los vientos alisios.
Por otra parte, no todos los españoles eran admitidos de la misma forma, ya que se daba preferencia a los que pertenecían a los reinos de Castilla y León.
[3] Pero en realidad algunos europeos: franceses, holandeses, belgas y alemanes, fueron admitidos en Nueva España provisionalmente.
La población española se incrementó en Nueva España a lo largo del Período colonial: hacia 1570 había alrededor de 63 000 personas reconocidas legalmente como españoles y hacia 1750 la cifra llegó a casi 600 000.
Como una cita explica el valor que los indios tuvieron para protestar: Los esclavos negros llegaron a Nueva España directamente de África o de las islas del Caribe, a donde habían sido llevados años atrás por los españoles y portugueses y ya se encontraban aclimatados.
Se dice que entre 1605 y 1622 entraron en Nueva España alrededor de 30 000 esclavos,[3] cantidad muy alta si se considera que muchos morían mal alimentados al atravesar el Atlántico en barcos atestados, sin condiciones de higiene.
A pesar de ello se mantuvo constante y a veces clandestino comercio entre los virreinatos, principalmente desde el puerto de Huatulco, Oaxaca, que estaba comunicado con Oaxaca y con otras ciudades novohispanas.
Como en Perú la producción de plata en las minas de Potosí era muy alta y la población española pequeña, había un excedente del metal que permitía intercambiarlo por productos y manufacturas novo-hispanas.
De la Flota de Nueva España, cuyo destino final era Veracruz, algunos buques se separaban en el mar Caribe para dirigirse a Honduras, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba.
[16] La Flota de los Galeones, por su parte, durante la travesía dejaba algunos barcos que se dirigían a isla Margarita, la isla Guaira y Maracaibo (en la actual Venezuela) y Riohacha (en la actual Colombia).
Además, todo el año surcaban el Caribe barcas y canoas que enlazaban los puertos de las distintas islas.
En los puertos americanos subían a bordo las autoridades locales y los encargados de cobrar impuestos.
Con su llegada se organizaban ferias a las que acudían personas de muy diversas regiones para intercambiar mercancías.
Establecían su base de operaciones en una isla o bahía del mar Caribe, donde se abastecían de víveres y armas para los asaltos navíos y a algunos puertos importantes en las islas o en el continente.
Cada año la flota se llevaba la mayor parte de la plata novohispana a España.
Una parte de esa plata se usaba para pagar las mercancías que llegaban a Europa, otra porción era exportada por particulares y el resto se destinaba a pagar el quinto real.
Los pequeños comerciantes, incluso, se las ingeniaban para utilizar sus propias unidades de cambio, tlacos y pilones, con las que realizaban sus operaciones comerciales cotidianas.
Ya en el siglo XVII la situación del destino de la plata cambió, sobre todo en la segunda mitad.