Por ejemplo, el catolicismo es tradicionalmente la confesión más numerosa en España.
[1] Sin embargo, la población española es actualmente poco practicante en su conjunto: según el mismo estudio, el 62,1% de quienes se autodefinen como creyentes de alguna religión dicen no ir "Casi nunca" a oficios religiosos no relacionados con eventos sociales y el 11,7% dice ir varias veces al año.
El 13,9% dice acudir a oficios religiosos casi todos los domingos y días festivos y apenas un 2,7% dice que va varias veces por semana.
Todas las monarquías tienen un componente sacro (de hecho, todas las formas de poder lo tienen en mayor o menor medida, pues ha sido universalmente utilizado para la escenificación del poder político)[3] y muchas se definen como «divinas» en naturaleza (derecho divino de los reyes) o están directamente relacionadas con una religión.
Por ejemplo: El absolutismo en Ciudad del Vaticano considerándose el Papa un heraldo de Dios en la Tierra, el rey de Inglaterra (que es, a su vez, Cabeza o Gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra) con el anglicanismo, la reina de Dinamarca con la Iglesia del Pueblo Danés, etc. A continuación veremos brevemente algunos casos de las relaciones del hecho religioso con el poder público, en Europa: