Sínodo de Pistoya

En cuanto a la primera, para los obispos reunidos en el sínodo, se trataba una adoración ilegítima porque separa la única persona de Cristo, adorando la humanidad separada de la divinidad.

El sínodo duró solo diez días y el trabajo consistió prácticamente en la aprobación de decretos ya preparados precedentemente.

Scipione de Ricci tuvo que huir para no ser condenado en 1805; en un encuentro con el papa Pío VII en Florencia abjuró de sus tesis y renunció a toda doctrina contraria a la Iglesia católica, especialmente al jansenismo.

[2]​ Algunos historiadores ven en ello la derrota definitiva del jansenismo, aunque éste continuó con algunos simpatizantes, siendo adoptadas algunas de sus tesis en el ámbito litúrgico tras el Concilio Vaticano II.

Así, la intervención de los cardenales Ottaviani y Bacci en 1969 contra la nueva misa de Pablo VI afirmó que esta liturgia caía en «el excesivo y malsano arqueologismo» condenado por Pío XII, que —en palabras de este pontífice— «despertó el Concilio ilegítimo de Pistoya», y cuya aplicación «resucitaría los múltiples errores que un día provocó ese conciliábulo».