Por su parte, Mozart también reconoció la genialidad del veterano y ambos seguirían inspirándose a lo largo de la década.
Haydn tampoco escribía una obra primero y luego le aplicaba un nombre o apodo, lo que pudo haber hecho en este caso.
Haydn aprendió mucho de Mozart, pero, como puede verse en esta obra, nunca le imitó.
[7] La melodía de la caza del final cita otra obra, La Chasse du cerf,[6] un divertimento para voces, coro y conjunto instrumental escrito por Jean-Baptiste Morin.
[6] La partitura está escrita para una orquesta formada por:[1] Algunas versiones contienen además dos trompetas y timbales, que intervienen sólo en el Finale.
[1] En cuanto a la participación del clavecín como bajo continuo en las sinfonías de Haydn existen diversas opiniones entre los estudiosos: James Webster se sitúa en contra;[8] Hartmut Haenchen a favor;[9] Jamie James en su artículo para The New York Times presenta diferentes posiciones por parte de Roy Goodman, Christopher Hogwood, H. C. Robbins Landon y James Webster.
No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.
En un momento dado se produce una breve serie de modulaciones secuenciales mozartianas.
El segundo movimiento, Andante, está en sol mayor y en compás de 2/4.
Los episodios contrastantes del rondó derivan de la melodía y están en modo menor.
Posee una energía casi demencial y un ritmo trepidante del que incluso Beethoven en su versión más implacable estaría orgulloso.