La ciudad se defendió y pidió el apoyo de Filocles, comandante macedonio de Filipo V, gobernador Calcis.
En esta situación, los defensores comenzaron negociaciones con Atalo de Pérgamo, a quien pidieron misericordia.
Durante las conversaciones con el rey de Pérgamo, los romanos lograron entrar en la ciudad.
Después de refugiarse en la Acrópolis, los defensores se rindieron rápidamente y los romanos saquearon la ciudad.
Una suerte similar corrió Caristo, donde después de pagar un rescate Flaminino dejó libre a la gente de la ciudad y a los trescientos macedonios que la defendían.