Como en la mayor parte del ámbito rural andaluz y en el resto de España, la miseria convivía con la inmensa mayoría de las familias y el analfabetismo entre los jornaleros se acercaba a la totalidad.
La amplia libertad del nuevo sistema republicano permite el desarrollo de inquietudes políticas por parte de la clase trabajadora, lo que hará que el fuerte conflicto social, ya existente, aumente y desemboque en numerosas ocasiones en sucesos con enfrentamientos violentos.
Las acciones de estos grupos fuertemente ideologizados recaerán también sobre el poder y patrimonio católico.
Dos últimos brotes endémicos de viruela sacudieron fuertemente en 1922 y 1927, pero desde ese momento la crisis poblacional no va a tener carácter virulento, sino por la Guerra Civil y la emigración, sobre todo por el éxodo rural.
Las posibilidades laborales eran muy escasas y sólo se planteaban dos alternativas: la emigración o una reforma agraria que permitiese una redistribución de la propiedad.
En Gilena, la formación municipal estaba compuesta por 11 concejales y quedó presidida por el que ya era alcalde, Alfonso Díaz Martin.
Sin embargo, los grupos republicanos, especialmente los socialistas, muestran su rechazo al figurado proceso electoral y su afinidad con el nuevo régimen político.
Los socialistas, aún no legalizados, muestran con claridad su perfecta organización, con su presidente Pablo Pozo, y llegan incluso a designar a su propio alcalde alternativo, Juan Antonio Páez, celebrando actos públicos desde el ayuntamiento, con destrozo de los retratos del Rey y la colocación de la bandera tricolor.
Así, el mismo gobernador civil de la provincia decide de forma provisional designar como representantes políticos del municipio a un grupo integrado por las diferentes formaciones políticas, pretendiendo corregir unas elecciones que no se podían considerar plenamente democráticas.
Sin embargo, el 17 del mismo mes se vuelven a considerar como legítimos los resultados de las elecciones municipales, siendo de nuevo elegido alcalde a Alfonso Díaz Martín.
El mismo 30 de mayo se celebra la votación en la que Manuel Luna Conejo obtiene 5 votos, Pablo Pozo Jiménez obtiene 2 y 4 votos en blanco (correspondientes al Partido Republicano Radical) con lo que sin una mayoría absoluta se volvería a celebrar el 17 de junio donde los miembros de IR si se posicionarían, así Manuel Luna Conejo con 8 votos a favor frente a uno sólo para Pablo Pozo Jiménez.
Había dado la autorización el segundo teniente alcalde, Antonio Reina Jurado.
Finalmente resultaron dos heridos y quedó en manos del juez de Estepa.
Las continuas reuniones de los representantes gubernativos con los trabajadores no sirvieron para disuadir a los jornaleros.
Ante este fracaso el gobernador civil convocó una reunión para el 9 de octubre, al delegado gubernativo en Gilena y a los miembros de la comisión gestora del Ayuntamiento (Eusebio Baena como presidente, y a José Montaño como vocal).
En la vuelta se agregaron más obreros, sobre todo mujeres, hasta llegar a la cifra de entre ochenta o cien personas.
La última pareja de la benemérita se encontró con sus compañeros en la entrada del pueblo, cuando los detenidos, ya desesperados y crispados rompen la formación, pero son obligados a rehacerse sin que sucediera nada más grave.
Daniel Santos Bermúdez, cabo del cuartel de Gilena, se unió como refuerzo, con lo que el total de las fuerzas armadas eran ya ocho guardias; la casa cuartel quedó cerrada con los familiares dentro.
En ese momento se oyó el ruido de un cristal rompiéndose cerca del centro obrero y segundo después, un guardia disparó al aire.
Un grupo de mujeres arrinconó al cabo de Aguadulce contra la pared frente al centro, arrebatándole el fusil y el machete, el guardia Ángel Contreras Gago, se agarró al fusil perdido y fue arrastrado hasta la puerta de "La Amistad", donde cedió finalmente.
[1] El centro "La Amistad" fue registrado y se hallaron numerosos objetos y herramientas, consideradas como armas peligrosas, pero no se encontró ninguna arma corta, aunque sí dos casquillos de arma corta del calibre 7,65.
Finalmente fue puesto en libertad al comprobar que el obrero detenido fue excarcelado mediante certificado médico.
Algunos periodistas y fotógrafos de Sevilla se aproximaron a Gilena e informar directamente.
Las principales fuentes fueron las explicaciones del gobernador Civil y las declaraciones de vecinos.
Con su carácter conservador, recordaba como en otros tiempos, con anteriores alcaldías, el ambiente no era tan crispado.
Se cometió entonces la imprudencia de conducir a los obreros, no por la calle que directamente los llevaba a la cárcel -calle amplia para poder transitar por ella-, sino por una especia de callejón, precisamente donde está enclavado el Centro obrero.
Como tenía que ocurrir en casos como éste, al pasar los detenidos frente al Centro Obrero, numerosos grupos de mujeres protestaron enérgicamente de esta detención y se dirigieron a los demás trabajadores pidiéndoles que no permitieran, bajo ningún pretexto,.
Que llevarán a la cárcel a estos individuos, y entonces, uno de los obreros, cuyo nombre seguramente no se conoce a estas horas, se abalanzó sobre el comandante del puesto de la Guardia Civil de Aguadulce y, con su propio fusil, hizo un disparo, matándole.
Yo no sé si el Gobernador civil de Sevilla está dispuesto a abrir aquella Casa; me parece -y quiero aprovechar esta ocasión para decírselo al Sr.
y si cae un Guardia Civil en una refriega no es necesario que se le homenajee, ni que muchísimo menos parta del señor Gobernador civil la iniciativa de una suscripción para premiar a la viuda y los huérfanos.