La crítica que se ha hecho al respecto de estos textos no ha solido ser muy favorable o positiva.
Díez de Revenga concluye más tarde: “En todo caso, el Teatro en la guerra supone un descenso notable en la calidad y en los climas poéticos con referencia a la dramaturgia precedente”.
El poeta estuvo presente en los frentes de combate, aunque parece ser que jamás llegó a empuñar un fusil.
[2] Entre excavaciones y atrincheramientos, Miguel Hernández dedicó una parte de su trabajo a favor del bando republicano.
También siguió escribiendo poesía, teatro, artículos de guerra y recitaba ante los soldados que le acompañaban.
Esto le sirvió para conocer las técnicas y el funcionamiento del teatro soviético, lo que le permitirá más tarde crear un teatro revolucionario que diese paso a la agitación y a la propaganda.
En ese momento concreto ya se habían publicado Viento del pueblo y Teatro en la guerra.
Durante el clímax de la lucha militar, Miguel Hernández se compromete con esta y con la situación social que acontece España.
La finalidad comunicativa de este teatro obliga que su forma sea breve y directa.
Lo más llamativo que hace Hernández en estos cuatro textos es insistir en la lucha, en el sacrificio y en la victoria del pueblo.
Esto se aprecia especialmente en El hombrecito: “No te quedarás en la muerte, si caes, que saltarás por encima de ella.
En Los sentados: “Y si viene el fascismo, aunque me dejase vivo, ¿no llevaría una vida más triste que la muerte?...