Las tropas gubernamentales, no obstante, lograron mantener sus posiciones y los franquistas se vieron incapaces de reconquistar la ciudad recientemente perdida.
El Estado Mayor Central republicano se adelantó a los franquistas y lanzó su propia ofensiva al decidir conquistar la ciudad de Teruel, a la que se creía una pequeña ciudad que estaba débilmente defendida.
Al igual que Belchite, Huesca y Zaragoza, la capital turolense había fascinado a los republicanos desde el principio de la guerra.
Las fuerzas republicanas destinadas a la ofensiva eran las pertenecientes al Ejército de Levante mandado por Hernández Saravia que contaba con unos 100.000 hombres[1] integrados en tres cuerpos de ejército principales: Como reserva estratégica quedaron las divisiones 35.ª (Internacional), 39.ª, 47.ª y 70.ª.
Lejos de lo esperado, encuentran una fuerte resistencia aunque las tropas gubernamentales cuentan con una gran superioridad en hombres y material bélico.
El temporal de frío afectó mucho a ambas partes, aunque los soldados republicanos iban mejor equipados para el frío ya que poseían la mayoría de industrias textiles anteriores a la guerra.
Como ya hubiera ocurrido durante la batalla de Brunete, Franco no estaba dispuesto a hacer concesiones al enemigo y organizó un contraataque frontal en un frente estrecho, con las consecuencias que ello tendría.
[3] Ya el 19 de diciembre algunas tropas del general Aranda llegaron al frente, pero su número es muy reducido y apenas pueden hacer nada: Las divisiones franquistas aún no están preparadas para liberar a los sitiados.
[3] Las líneas republicanas son rechazadas aunque, momentáneamente, no llegaron a romperse y aguantaron la embestida.
Rey d'Harcourt mantenía la resistencia en el interior de la ciudad, aunque cada vez en peores condiciones.
Los republicanos, por otro lado, mantuvieron la resistencia en la Muela hasta que la visibilidad se hizo prácticamente nula.
Los corresponsales de guerra extranjeros, que habían seguido la lucha desde diciembre, trasmitieron la noticia a todo el mundo.
En la España sublevada, por su parte, la noticia cayó como un jarro de agua fría sobre la población, pero muy especialmente para Franco.
Ante esta decisión estalló un conflicto consecuencia de tantos días combatiendo en condiciones inhumanas: los 1.º y 2.º Batallones, exhaustos tras tantos días de lucha, se negaron a seguir combatiendo y el 4.º Batallón se negó a relevarlos.
[7] El asalto republicano, no obstante, fue contundentemente rechazado por los defensores, que descubrieron las intenciones del Ejército Popular.
El ataque republicano sobre Singra fracasó estrepitosamente, pero ambos bandos se encontraban en punto muerto.
Estos derribaron numerosos bombarderos Heinkel He 111 de la Legión Cóndor, que mantuvo durante estas fechas una intensa actuación.
La actividad de la aviación fue destacada, ametrallando a las tropas republicanas que se batían en retirada.
[11] Los hombres que no quedaron cercados, fueron víctimas de la aviación franquista durante su huida a la retaguardia republicana.
Así mismo, una gran cantidad de material bélico cayó en manos franquistas o fue destruido: municiones, armas y camiones.
Entonces, los dos generales franquistas iniciaron un movimiento envolvente, similar al efectuado en diciembre por los republicanos, a varios kilómetros de la ciudad (pero esta vez en dirección opuesta).
Al comienzo del día 20 las comunicaciones con Valencia por carretera y ferrocarril quedaron amenazadas por ambos lados, mientras que otras unidades franquistas empezaban a penetrar en los arrabales de Teruel.
Al anochecer de ese día, el cerco estuvo completamente cerrado y las tropas republicanas quedaron sitiadas sin suministros.
[15] La mañana del 22 de febrero los franquistas entraron en Teruel sin apenas encontrar resistencia republicana.
[11] En contraste con otras victorias franquistas, aquí no hubo una entrada triunfal ni alegría por parte de los vencedores.
El día 22 de febrero los cruceros sublevados Canarias, Baleares y Almirante Cervera bombardearon Valencia, pero este último barco fue alcanzado por aviones republicanos que causaron doce muertos y veinte heridos, además de averiarle la caldera.
Las diferencias entre los generales más expertos como Saravia, Rojo y Modesto frente a los jefes de Milicias como Líster y El Campesino habían sido claves a la hora de organizar mejor las acciones, como después se repetiría en el futuro.
Porque para la República, Teruel (una vez conquistada) significaba la posesión de una victoria contra el hasta entonces invencible Ejército franquista.
Para Franco, abandonar Teruel suponía un desprestigio político, a pesar de que no tuviera ningún valor militar o estratégico.
Por otro lado, Teruel fue también la evidencia de que el camino hacia Aragón, Cataluña y el Levante quedaba expédito para las tropas franquistas, como se vería unas semanas más tarde durante la ofensiva que estos lanzarían.