Esta ofensiva lanzada por el Ejército Popular de la República tenía como objetivo disminuir la presión ejercida por las fuerzas sublevadas del bando franquista sobre Madrid y al mismo tiempo aliviar la situación en el frente Norte.
Aunque inicialmente las fuerzas republicanas lograron avanzar y adentrarse en el territorio enemigo con relativo éxito, a los pocos días de comenzar las operaciones la ofensiva republicana se agotó y sus avances quedaron detenidos.
Ambas partes sufrieron un elevadísimo número de bajas sin que ninguno se alzara con una victoria clara.
Para las Brigadas Internacionales esta batalla también resultó especialmente sangrienta, sufriendo durante la misma unas bajas muy elevadas.
[4] Posteriormente la dictadura franquista creó la llamada División Acorazada Brunete, denominación que recibió en honor a este acontecimiento militar.
En estas fechas los franquistas están dedicados plenamente a la reducción del frente norte, habiendo iniciado su avance desde abril.
El gobierno de Negrín y sus aliados (socialistas contrarios a Largo Caballero y comunistas) habían calculado que esta demostración de fuerza, si tenía éxito, fortalecería además la imagen del gobierno republicano ante Francia, mostrando que la República sí tenía fuerzas suficientes para causar una derrota decisiva a los sublevados.
Una operación de este tipo había sido considerada ya en tiempos del gobierno Largo Caballero, pero no hubo unanimidad respecto al lugar donde llevarla a cabo.
En un principio los mandos del Ejército Popular Republicano pensaron en Extremadura, aprovechando la débil defensa de los franquistas en dicha zona, y que este plan implicaría la gran ventaja táctica de partir en dos el terreno ocupado por los rebeldes (el llamado Plan P elaborado por el coronel Vicente Rojo), aislando decisivamente la Andalucía franquista del resto de la zona sublevada.
[5] Los mandos militares del Partido Comunista de España habían ganado mayor influencia en el gobierno republicano tras la dimisión del socialista Francisco Largo Caballero, y se adhirieron a la posición soviética, pidiendo que el gobierno de Negrín aprovechara la ocasión para acreditar que la República podía también pasar a la ofensiva.
[6] Con esta operación las fuerzas franquistas que sitiaban Madrid debían quedar en situación de aislamiento, reduciendo drásticamente la presión sobre la capital española.
La Jefatura del sector residía en Brunete, en donde se ubicaban los servicios diversos y un hospital, por lo que la guarnición propiamente dicha no era numerosa, en torno al centenar de hombres.
[12] La 71.ª División franquista de Serrador Santés era la que cubría el sector del frente atacado.
[11] El historiador militar Carlos Blanco Escolá señala que las posiciones de los sublevados en Madrid se encontraban gravemente expuestas frente a un posible ataque republicano y la deficiente organización defensiva que los sublevados mantenían en este frente cuando se produjo la ofensiva de Brunete.
Las tropas franquistas fueron expulsadas del Vértice y se retiraron a las afueras de Boadilla.
Sin embargo, todos los ataques fueron rechazados y cuando los republicanos lograron conquistar varias posiciones, estas se perdieron rápidamente tras un contraataque enemigo.
Posteriormente, el comandante Enrique Líster comentaría lo que a su juicio fue un craso error por parte de las tropas franquistas, ya que estas optaron por realizar continuos ataques frontales y no aprovecharon las circunstancias para atacar por los flancos, donde las tropas republicanas se encontraban más debilitadas.
[16] A esas alturas el ataque republicano había quedado paralizado, y el segundo ataque que debía partir desde Carabanchel a cargo del II Cuerpo de Ejército para así formar un movimiento de tenazas, no había logrado prosperar.
[33] Mientras tanto, Franco y sus colaboradores seguían planificando la contraofensiva que emprenderían contra el Ejército republicano.
Las tropas republicanas se defendieron con gran encono, y los combates al oeste de Quijorna destacaron por una especial dureza.
En esa zona los republicanos realizaron numerosos contraataques, intentando recapturar las colinas que habían perdido.
El terreno que había sido capturado originalmente por las fuerzas sublevadas cambió de manos varias veces.
Al mismo tiempo tres brigadas mixtas republicanas, apoyadas por veinte tanques, hicieron una pequeña penetración desde Las Rozas de Madrid en dirección sureste.
Al mismo tiempo, los ataques Bando sublevado lograron ampliar sus cabezas de puente en el río Guadarrama.
Ante la situación cada vez más grave, el general Miaja envió refuerzos desde Madrid: la 14.ª División del anarquista Cipriano Mera.
Durante los días 26 y 27 la Escuadrilla de caza nocturna dirigida por el oficial soviético Serov y compuesta por Polikarpov I-15 "Chatos" logró un hito en la historia militar, ya que en esos días lograron efectuar los primeros derribos nocturnos de la historia, concretamente dos bombarderos Junkers Ju 52.
Además, habían logrado retrasar la ofensiva en el norte, concediendo un respiro a las tropas republicanas que defendían Santander.
Sin embargo, el Ejército republicano pagó un alto precio por todo ello, ya que perdió mucho material valioso y numerosos soldados entrenados.
Para Antony Beevor se podría considerar que el resultado final de la batalla fue una victoria estratégica para los sublevados, que consiguieron frenar la ofensiva republicana,[1] a pesar del elevado número de muertos y heridos que el Ejército franquista había sufrido para reconquistar un pequeño pueblo sin apenas importancia estratégica, tal y como señala Hugh Thomas.
La XI Brigada Internacional, que participó en un gran número de operaciones durante la batalla, sufrió 1000 bajas.