Posteriormente fue citado e incorporado en discursos por una amplia gama de cifras sustanciales en la vida política y social estadounidense en los Estados Unidos.
Se le ha llamado una "declaración inmortal", y "quizás [la] frase única" del período revolucionario estadounidense con la mayor "importancia continua".
En sus escritos a menudo censurados, esos filósofos defendían que los hombres nacían libres e iguales.
En la historia inglesa existen usos anteriores de casi la misma frase.
En 1776, el Segundo Congreso Continental pidió a Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, John Adams, Robert Livingston y Roger Sherman que escribieran la Declaración de Independencia.
Esta Comisión, integrada por cinco miembros, sometió a votación el texto del documento.
Thomas Jefferson, un abogado competente de Virginia, vio esto como un problema en la redacción legal y eligió palabras que eran más aceptables para el Segundo Congreso Continental.
Antes de la aprobación final, el Congreso, tras haber introducido algunas modificaciones en parte del texto, suprimió también casi una Cuarta parte del proyecto, incluido un paso que criticaba la trata de esclavos.
En 1776, el abolicionista Thomas Day escribió: "Si hay un objeto verdaderamente ridículo por naturaleza, es un patriota estadounidense, firmando resoluciones de independencia con una mano, y con la otra blandiendo un látigo sobre sus atemorizados esclavos".
Continúa: "La convivencia de los pueblos en grupos grandes o pequeños no se basa en esta noción quimérica de igualdad, sino en la fraternidad, un concepto que lo antecede en la historia porque es inmensamente más profundo en el sentimiento humano.
El antiguo sentimiento de fraternidad entraña obligaciones cuya igualdad no conoce nada.