Todos somos necesarios —conocida en italiano como Ritorno alla vita—[1] es una película dramática hispano-italiana de 1956 rodada en blanco y negro.
Julián es un cirujano inhabilitado por haber perdido a un paciente en una arriesgada operación, Nicolás es un joven que perpetró un desfalco en su empresa para poder casarse con su prometida e Iniesta «El Nene» es un delincuente habitual con varias condenas a su espalda.
Surge una crisis cuando se sabe que un niño está grave y necesita una intervención quirúrgica —una traqueostomía— urgente.
Mientras tanto, El Nene ha sufrido un accidente y llega malherido a la estación, donde informa de la emergencia médica.
Ese año 1951 ganó la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor director.
Julián logrará salvar al niño enfermo y conseguirá el amor de Elena, Nicolás recuperará tanto su autoestima como a su esposa, e Iniesta se redimirá al perder la vida intentando salvar la del niño.
La productora Yago Films pensó desde un principio en contar con un actor internacional para encabezar el reparto.
El mismo año rodó La fierecilla domada, por la que obtuvo la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor actor principal.
Entonces la cámara le sigue con premura en dirección contraria mientras la música realza la tensión del momento por la incertidumbre de si llegará a tiempo de impedir que el voluntarioso pero inexperto sacerdote que ha aceptado realizar la operación cometa un error fatal.
Tras haber combatido como partisano contra la República Social Italiana y el Tercer Reich al final de la guerra, Lulli había iniciado una densa carrera cinematográfica que le llevó a trabajar con algunos de los mejores directores italianos del momento: Alberto Lattuada, Giuseppe de Santis, Mario Monicelli, Federico Fellini y Sergio Corbucci, entre otros.
Ha hecho del robo su medio de vida, ha sido condenado varias veces y sabe que volverá a prisión tarde o temprano.
Pero una vez terminado el conflicto volvió al medio y se convirtió en uno de los habituales actores secundarios del cine español.
En los años 1950 su estrella decayó y realizó papeles secundarios como en Séptima página o Jeromín.
Yago Films contactó con un productor checoslovaco que proporcionó a la cinta varios intérpretes centroeuropeos.
Alberola representa a ese empresariado egoísta al que los falangistas con mentalidad social como Nieves criticaban.
Este es un personaje eminentemente positivo: es el único que ofrece asiento a los tres antiguos penados, diagnostica la enfermedad del niño y hasta intenta realizar la operación de emergencia cuando parece que no hay ningún médico disponible.
La austríaca Josefin Kipper —doblada por Mari Ángeles Herranz— es la bella Elena, secretaria y amante de Marcos.
En realidad, la participación española en Venecia estaba completa con Calle Mayor y Calabuch, por lo que Todos somos necesarios no tenía cabida.
Rafael Durán y Rolf Wanka acudieron a la capital guipuzcoana para promocionar la cinta.
Aunque el evento no tenía carácter oficial ese año y no se entregaron las habituales conchas, sí se concedieron unos premios oficiosos en dos categorías distintas: para los filmes españoles y los extranjeros.
Todos somos necesarios ganó cuatro de los cinco galardones destinados a los largometrajes españoles.