El Tratado de Westminster entre el Reino de Gran Bretaña y Prusia, principal aliado de Francia, pilló desprevenida a la Corte francesa, y aunque Luis XV intentó reconducir la situación, la negativa prusiana forzó a Francia a acercarse a Austria, antiguo aliado británico, mediante un tratado (Primer Tratado de Versalles firmado 1 de mayo de 1756) que garantizaba la neutralidad francesa en el conflicto entre Prusia y Austria.
Francia reconocería la anexión de Silesia a Austria.
El Tratado se hizo extensivo al Imperio ruso, Suecia y Sajonia, a los que confirmaba el reparto de Prusia tras la guerra.
El Tercer Tratado suponía la reafirmación de los dos primeros, y un reforzamiento moral de la alianza antiprusiana formada por Francia, Austria, Sajonia, Austria y el Imperio ruso con el objetivo, no solo de derrotar a Prusia sino también de destruirla y repartirse sus territorios entre los vencedores.
Sin embargo en este nuevo acuerdo se revocó la cláusula referente a la entrega de los Países Bajos austríacos a Francia, ya que estos permanecería en poder de Austria tras la guerra.