Se trata de un municipio hispanófono, en el que el español cuenta con el predominio lingüístico reconocido legalmente.
Su relieve se define como una transición entre una llanura suavemente ondulada al este, característica de la Manchuela Conquense, y el valle de fuertes pendientes y cañones al que da lugar la enorme depresión del río Cabriel.
La población se halla edificada sobre una pequeña colina, a 864 m sobre el nivel del mar, en el lugar donde terminan los campos cultivados de la meseta y comienza la zona montañosa que da lugar a la angosta depresión del Cabriel.
La vegetación predominante corresponde al encinar, del que quedan todavía algunas manchas entre los campos de cultivo; en el monte las encinas se asocian y han sido sustituidas en su mayor parte por pinos carrascos, mientras que donde no hay bosque crece un matorral compuesto de coscoja, enebro, romeros y aliagas.
Su origen podemos situarlo en el barrio que rodea a la iglesia parroquial, y su configuración callejera revela su función caminera.
[2] Los restos más antiguos que el hombre ha dejado en las tierras que en la actualidad forman este término municipal pertenecen al Paleolítico Superior, en la Herradilla y el Tesoro, pero es a partir de la Edad del Bronce cuando vemos poblados fortificados en los cerros de la Peraleja, del Castillete y del Pajazo y en el Mogorrito.
La roturación de las dehesas del Carrascal y de la Sevilluela, que compartía con Fuenterrobles y con Jaraguas, permitió que en el transcurso del siglo XVIII su población se multiplicase hasta alcanzar los 692 en 1787.
En la actualidad es de propiedad particular y hace varios años que no se explota.
La Escuela y el Parque Deportivo, se hallan un tanto desplazados del centro de la población.
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