Los fenicios fueron uno de los primeros pueblos antiguos en tener un importante efecto sobre la historia del vino.
[2] Los fenicios introdujeron o bien animaron la expansión de la viticultura y la producción de vino a varios países que actualmente siguen elaborando variedades aptas para el mercado internacional, entre ellos el Líbano, Argelia, Túnez, Egipto, Grecia, Italia, España y Portugal.
También difundieron el uso de ánforas (a veces conocidas como «jarras cananitas») para el transporte y almacenaje del vino.
[2][5] Además de ser un producto comercial valioso para consumo personal, el vino empezó también a ganar importancia religiosa y cultural.
[5] El vino era considerado una ofrenda aceptable tanto para dioses como para reyes, lo que incrementó su valor comercial en el mundo antiguo.
Desde allí pasaron del simple comercio a la fundación de colonias comerciales por todo el Mediterráneo.
Siguieron por la costa africana y terminaron fundando Cartago en el 814 a. C. Desde el Norte de África se extendieron a las Islas Baleares y la península ibérica, donde fundaron la ciudad de Cádiz en algún momento del siglo IV a. C. (aunque un pequeño puesto fronterizo pudo haber sido establecido incluso antes).
[1] En Portugal, se sabe que los fenicios comerciaron ánforas de vino por plata y estaño.
Lo único que se conoce procede de citas por autores griegos y romanos, especialmente Columela.