La confesión que hizo bajo tortura ejemplifica la relación entre bruja y diablo que luego se utilizó comúnmente en varios juicios de brujas.
La noche siguiente él regresó y prometió salvarla de la pobreza.
[4] Confesó haber asesinado a cuarenta niños[5] durante su trabajo como partera antes de que fueran bautizados, mediante el método de aplicar un ungüento especial o haciendo presión en sus frentes, y haber chupado su sangre como un vampiro.
[6] Tanto las autoridades locales —la Iglesia bajo el obispo de Augsburgo— como la corte imperial la condenaron a muerte.
Tras ser quemada, sus cenizas fueron recogidas y arrojadas a un río cercano.