La alfarería en la provincia de Ciudad Real (España), como fenómeno etnográfico posterior a la romanización, está documentada desde finales del siglo XIV, alcanza su mayor desarrollo a finales del diecinueve y, como el Guadiana,[nota 1] prácticamente desaparece a mediados del siglo XX.en La Membrilla, membrillos, y en llegando a La Solana, El historiador Corchado Soriano[nota 2] recoge el dato de un horno de hacer cerámica entre el patrimonio adjudicado a la "Encomienda de Puertollano", en el año 1385.
En el siglo XVIII, Gascón Bueno[nota 4] localiza referencias concretas en el Catastro de Ensenada (1752), también recogidas en las Memorias políticas y económicas de Eugenio Larruga (1792).
Siglo y medio después, en el catastro de Ensenada, aparece la familia Meco, eje de este foco alfarero hasta su desaparición en 1940 con la muerte del "botijero" Ciriaco Meco y, diez años después, la del "tío Caracola", el último tejero.
La tradición oral remonta sus primeros olleros a los colonos de la Serraría de Cuenca que repoblaron Castellar a finales del siglo XVI.
Los primeros documentos no llegarán hasta el siglo XVIII, con el Catastro de Ensenada.