Sin embargo, estos se produjeron finalmente entre los vecinos y los guardias.
Con el golpe de Estado que dio lugar a la Guerra Civil fue detenido y trasladado a Zaragoza, donde permaneció preso hasta octubre.
Salió ensangrentado y cubierto de sus propias heces para ser llevado a la plaza de la iglesia donde, tras atarlo a un tablón para mantenerlo en pie, fue fusilado en ejecución pública.
Inmediatamente después profanaron el cadáver, llegando a cortarle ambas piernas y la cabeza jugando al fútbol con ella.
No pudiendo pagarlas, la vivienda y todos los bienes fueron confiscados.