Más aún, la extensión territorial hizo que diversas corrientes culturales se dieran paralelamente —sincrónicamente— (y muchas veces interrelacionadas) o ya sea diacrónicamente.
Por otra parte la mayor parte del territorio, que siempre hasta la irrupción europea en el siglo XVI estuvo difusamente poblado por etnias trashumantes que practicaban un modo de producción cazador recolector, las etnias con menor desarrollo tecnológico que habitaban las regiones del Gran Chaco, la región Pampeana, la Mesopotamia Argentina, la Patagonia y la Región Fueguina si es cierto que han dejado cuantitativamente menos relictos, llegan a tener momentos y puntos en los cuales se destacan culturalmente, ejemplo de ello es la de arte rupestre en la Cueva de las Manos con un estilo muy próximo —por convergencia— al arte esquemático prehistórico.
Entre los mapuches se ha desarrollado una interesante cerámica, una muy interesante industria-arte textil (aquí también quillangos, y ponchos, vinchas, fajas, matras) de una variada policromía armoniosamente dispuesta en los motivos tejidos o bordados, también han logrado cierta caracterización los mapuches por su arte lítica (por ejemplo, hachas rituales como las toqui) o por la metalurgia, en especial la sobria aunque atractiva platería que suele adornar a las mujeres, como se hace notar en los prendedores llamados tupo o tupu, pendientes (chaway), aros (üpül'l), sujetadores colgantes de las capas (chamales) como el kill akucha, el adorno pectoral —también de plata— llamado trapelacucha o el tocado de cuentas usado por las mujeres llamado tapahue.
Sin embargo, hasta el presente, lo que más llama la atención del arte "comechingón" son sus glifos y pictografías, tales como las que se encuentran en Cerro Colorado y Ongamira (Sierras de Córdoba), Para Yacu (en la zona de Santiago del Estero fronteriza con Córdoba) o las que se encuentran en la cueva de Inti Huasi (el nombre quechua o runa simi no es el original sino que fue el difundido por los conquistadores españoles procedentes del Perú a través del Chili habiéndose olvidado el nombre henia-kamiare original) en el centro norte de la actual Provincia de San Luis .
Las condiciones edafológicas y climáticas de las regiones pampeana, chaqueña y, sobre todo, mesopotámica así como el tipo de culturas que prehispánicamente se dieron en tales regiones (pueblos cazadores recolectores y/o horticultores itinerantes) así como el posterior disturbiado de los suelos (especialmente en el siglo XX) han hecho que nos llegaran pocos relictos y de los pocos relictos, debido al disturbiado o alteración sufrida por los yacimientos, una difícil ubicación temporal o que suela ser difícil relacionar los hallazgos con tal o cual etnia; en la región pampeana se encuentran vestigios datables en ca 9000 años a. C., tales vestigios son puntas de flechas y las características piedras redondeadas para confeccionar "bolas perdidas" y luego boleadoras, desde un cierto punto de vista tales elementos pueden no ser considerados arte sino "simples" artefactos utilitarios, sin embargo en el ámbito del territorio que actualmente es Argentina y pensando en términos de esas épocas, siempre conviene considerar el casi indisociable nexo objeto utilitario-arte e, incluso, religión.
En el extremo noreste de la región mesopotámica se encuentran hachas líticas circulares (itazas) que parecen haber tenido precisamente esa triple función.
En el NOA se encuentra una región que reúne características fisiográficas semejantes a las de los Andes Centrales, la semejanza fisiográfica y, especialmente, los factores ecológicos hicieron que en esta zona se pudieran desarrollar poblaciones sedentarias, fijadas a la "madre tierra" por la agricultura intensiva de la papa, el maíz, los porotos, la quinoa etc.
No está precisado si existe una relación directa con la etnia omaguaca, su cerámica está decorada con rostros humanos y representaciones sencillas de animales, esta alfarería se divide en dos grandes conjuntos: el llamado de "Arroyo del Medio" y el de "El Infante", el primer conjunto posee piezas de color gris o negro con decoraciones lineales y/o puntos incisos mediante punzones, el segundo conjunto posee una cerámica más tosca de color anaranjado con grandes vasijas y urnas funerarias a las cuales se les han adosado representaciones antropomorfas y zoomorfas.
Cultura Las Mercedes (400 a. C.-700 d. C., se desarrolló en el oeste de la provincia de Santiago del Estero, más precisamente en las bajas sierras de Sumampa y Guasayán, ha dejado objetos confeccionados con una cerámica gris, negruzca por la cochura en hornos cerrados o rojiza cuando ha sido cocida en hornos abiertos, los tiestos pueden ser lisos o superficialmente grabados e incluso pintados con motivos geométricos blancos sobre el fondo negro o rojizo.
El arte "Condorhuasi" presenta semejanzas con el de la Cultura El Molle (en el norte del actual Chile).
Tal arte "Condorhuasi" se subdivide en las siguientes fases: Diablo (del 500 a. C. al 200 d. C., con cerámica rojiza, amarillenta o negruzca de formas redondeadas y sin asas.
Fase Barrancas (200 a 350 d. C.) caracterizada por sus vasos antropomorfos, zoomorfos, zooantropomorfos decorados con diseños geométricos en pintura blanca.
Tales piedras solían ser adornadas con plumas resultando lugares de culto que siglos luego los españoles llamarían "mochaderos".
La alfarería es fina, delicada realizada muchas veces en pasta gris o negra, aparte de los yaguares y sacrificadores se encuentran grabados con instrumentos muy agudos motivos que ya se encontraban en La Ciénaga, aunque aún más abstractizados, el yaguar es alargado hasta tornarse en una especie de dragón frecuentemente bicéfalo (de dos cabezas), las aves (cóndores, papagayos, ñandúes etc.) saurios, batracios, serpientes se van simplificando hasta quedar transformados casi en ideogramas (aunque esta cultura era, como las demás, ágrafa): un ñandú (y esto se observará más en la Cultura Santa María) puede ir tornándose en un círculo dividido por dos líneas perpendiculares de las cuales parten diagonales, luego esta simbolización del animal se simplifica hasta quedar una representación cruciforme.
La metalurgia alcanza un gran desarrollo expresándose en pectorales, torteros, hachas etc. tal cual se puede observar en el llamado "disco de Lafone Quevedo" que se encuentra adornado con un personaje central lujosamente ataviado y dos felinos sobre sus hombros mientras que a sus pies se observan dos figuras draconiformes (es decir con formas que figurativamente recuerdan al dragón aunque el dragón sea un animal fabuloso típico de Eurasia.
Las similitudes con el arte santamariano son enormes, también son muy grandes las similitudes con el arte de los "diaguitas" chili ( o "diaguitas chilenos"), los motivos, los diseños pintados sobre las cerámicas son casi idénticos a los de las otras culturas "diaguitas" coetáneas: serpientes, anfisbenas, motivos geométricos tales como triángulos, espirales, escalonados y, especialmente, ajedrezados.
Las urnas de la Cultura Belén son bastante más bajas que las santamarianas ya que miden de 35 a 40 cm de altura, su base es un cono trunco invertido, el cuerpo es casi cilíndrico (ligeramente esférico) y el cuello es corto y acampanado, poseyendo asas laterales más notorias que las urnas santamarianas, las urnas Belén se encuentran pintadas con líneas negras sobre engobe o sobre pintura roja, predomina la pintura geométrica con rectas.