Durante el verano de 426 a. C., Atenas, que ya había eliminado la amenaza inmediata a su seguridad al reprimir la revuelta de Mitilene el año anterior, tomó una posición más agresiva que en las campañas previas.
Sin embargo, Demóstenes optó por seguir el consejo de los mesenios, quienes deseaban atacar y someter a las tribus etolias que, según aseveraban, amenazaban Naupacto.
[4] Si Demóstenes se vio afectado por tales rupturas dentro de su coalición, no lo demostró con sus acciones inmediatas.
[5] Su ejército avanzó sin obstáculos durante tres días, llegando al pueblo de Tiquio.
Allí Demóstenes hizo un alto, mientras el botín que había sido capturado hasta entonces era transportado de regreso a Eupalio, su base.
Demóstenes avanzó hacia el pueblo de Egitio, al que capturó con facilidad, pero no pudo seguir adelante.
Los habitantes de esta ciudad retrocedieron a las colinas que circundaban el pueblo, donde se unieron al ejército etolio, y pronto Demóstenes y sus fuerzas se encontraron bajo asalto desde el terreno elevado.
Los etolios, animados por su victoria, comenzaban a preparar una ofensiva contra Naupacto, y Demóstenes estaba tan preocupado por cómo lo recibirían en Atenas (donde la asamblea tenía la reputación de tratar con dureza a los generales en desgracia) que decidió no volver junto con su flota.