Sin embargo, al regresar a Alemania fue descubierto y hundido por el crucero pesado británico Devonshire.
A raíz del giro tomado por la guerra, había que prever la posibilidad de un ataque aéreo al “Buque 14”.
Transcurrido ese tiempo zarpa con dirección norte, como si deseara alcanzar el océano Ártico y caída la noche vira 180°.
En la Bahía Alemana, el “Buque 14” se encuentra con una tempestad que impulsa una gran cantidad de minas a la deriva.
El comandante se ve obligado a refugiarse en la isla alemana de Sylt, ya en el Mar del Norte.
El comandante Thienemann ordenar parar máquinas y dar marcha atrás, pero es demasiado tarde: el “Coronel” se encuentra varado sobre un arrecife.
Permanece ahí por espacio de 45 min en que sube la marea y el buque flota nuevamente.
Superado el trance sin mayores daños, continúa hacia la barra de Dunkerque, punto no menos crítico.
Para los británicos es absolutamente necesario que ese peligroso buque no llegue al Atlántico.
El Alto Mando Naval comunica constantemente al comandante Thienemann con anticipación cualquier movimiento observado en las naves británicas.
La luna creciente desde hace cinco días no se pone hasta las 22.00 e ilumina lo suficiente al gran buque como para ser localizado por los bombarderos.
En el instante en que comienzan a disparar las baterías antiaéreas, cae una bomba sobre la proa del corsario alemán.
Los británicos programan ataques aéreos diarios, crecientes en violencia, para destruir totalmente al navío.