Una tradición refiere a san Prosdócimo de Padua, que vivió en el siglo I, la primera evangelización, y por tanto la organización eclesiástica, del territorio véneto.
El primer obispo atestiguado históricamente es un tal Felice, citado por su amigo Venancio Fortunato y por Pablo el Diácono.
Al mismo tiempo el distrito eclesiástico se expandió considerablemente, alcanzando también los territorios entre el Sile y el Musone.
En el mismo período, sin embargo, los obispos se vieron involucrados en las guerras que ensangrentaron la Marca: es el caso de Adalberto Ricco, encarcelado por Ezzelino III da Romano.
Fue por esta razón que, a partir de finales del siglo XIV, se desarrollaron las congregaciones religiosas.
En este contexto cabe citar a los obispos Giovanni Benedetti y Ludovico Barbo.
Sin embargo, los daños resultantes de las supresiones fueron considerables: el clero trevisano se redujo a casi un tercio, numerosas instituciones religiosas fueron cerradas, iglesias y monasterios fueron literalmente saqueados (los complejos de Santa Margherita y Santa María son ejemplos ejemplares).
La última variación territorial se remonta a 1927, año en el que la diócesis, mediante la bula Ob nova del papa Pío XI, perdió la mayor parte del territorio continental veneciano (parroquias de Chirignago, Mestre, Dese, Favaro, Trivignano, Zelarino, Campalto, Carpenedo, pero también Oriago, Borbiago y Mira), cediéndola al patriarcado de Venecia.
[6] Este acto se llevó a cabo bajo presión del gobierno fascista de la época, que favorecía una mayor correspondencia entre las circunscripciones políticas y eclesiásticas (el territorio cedido había sido recientemente incorporado a la comuna de Venecia).