Frecuentada principalmente por los ciudadanos del municipio en la época estival, a ella también acuden residentes de Gran Canaria y, en menor medida, turistas extranjeros.
Es una playa con profundas raíces pesqueras y cuya tradición perdura hoy en día.
En su historia reciente, la playa ha sufrido una gran transformación debido a un proyecto de regeneración, en el cual se sustituyó el antiguo callao por arena negra y se construyó una gran avenida marítima.
Ello provocó un fuerte impacto medioambiental que cambió por completo el aspecto original de la playa.
De aguas limpias y claras, está actualmente constituida en su mitad norte, por arena negra mezclada con la arena rubia original que se resiste a desaparecer y, en la mitad sur, por callaos extraídos del Barranco de Guayadeque.
Predominan fuerte vientos de componente noreste en la época estival y posee una calma total en invierno.
Se enmarca al norte, por una roca de naturaleza volcánica a la que denominan El Roque o Utigrande, y al sur por el Barranco de los Aromeros.
Cuando este istmo quedaba cubierto por las aguas en la pleamar, El Roque se convertía en un verdadero islote haciendo impracticable su acceso a pie.
A pesar de la proximidad entre la Montaña del Burrero y El Roque, en principio, hace pensar que no pertenecen a la misma edad geológica pues, mientras la primera tiene dispuestas las capas de sedimentación en sentido horizontal, en la segunda puede apreciarse que lo hacen en vertical.
Las construcciones descubiertas en la colina que da acceso a la Playa de San Agustín y datadas (de forma absoluta mediante Carbono 14) entre los siglos V al XII d. C., forman parte de un asentamiento integrado tanto por estructuras de superficie como por las cuevas abiertas al acantilado costero que da a la playa y que estuvo ocupado, al menos, durante ese periodo.
La formación rocosa constituye un dique natural cuya función en el tiempo ha sido la de retener la arena rubia originaria de la playa y minimizar el impacto del viento y las olas, manteniendo siempre en calma la zona más próxima a ella.
Por esta razón, los bañistas suelen frecuentar sus alrededores e incluso acceder a la roca a pie, sorteando las piedras cuando la marea está vacía o una pequeña piscina natural, al que los lugareños llaman El charco del Cura, que se forma cuando llena la marea.
Después del polémico proyecto de regeneración de la playa, El Roque ha sufrido importantes daños estructurales debido a la construcción del dique Norte, el cual se adhirió literalmente a la roca mediante hormigón.
Actualmente y después del citado proyecto la cantidad de arena depositada fue tal que, aun en mareas grandes, la piscina natural no supera el metro de profundidad.
Roca volcánica situada aproximadamente en el centro de El Roque, esta gran piedra volcánica de unos 2 m de alto, suele emplearla los bañistas para lanzarse al agua en la pleamar, ya que cuando baja la marea sobresalen las rocas que se hallan a su alrededor.
Próxima a la bartola, constituye una gran roca que principalmente usan los bañistas para reunirse, tomar el sol o descansar debido a su gran superficie plana con una cierta inclinación orientada al noroeste.
La pesca deportiva con fusil o arpón está prohibida en todo el litoral ingeniense.
El cambiante fondo debido a las corrientes, compuesto en parte por arena y callao, hace que las olas varíen en tamaño y forma según en la zona de la playa en la que esté situado el surfista.
Si se quiere ir desde Agüimes, Las Palmas o el Sur de la isla, hay que coger las líneas 11,21,01,90 o 36 que pasan por El Carrizal, y desde ahí coger la línea 85.