Karl Duncker definió la fijación funcional como un "bloqueo mental que impide utilizar un objeto de una manera nueva para resolver un problema".
[1] Este "bloqueo" limita la habilidad del individuo de utilizar los componentes que posee para realizar una tarea, ya que no puede desligarse del propósito original de dichos componentes.
Sin embargo, a la edad de 7 años, los niños ya consideran que los objetos tienen un propósito particular.
[2] Los paradigmas experimentales sobre la fijación funcional generalmente se enfocan en la resolución de problemas en situaciones novedosas donde el sujeto debe utilizar un objeto conocido en un contexto desconocido.
Según Duncker, los participantes se quedaron "fijados" en el uso tradicional de la caja (guardar los chinches) y no la podían reconceptualizar como un elemento útil para resolver el problema.
La habilidad para superar la fijación funcional se relacionaba con una representación flexible de la palabra "caja".
Abedul y Rabinowitz (1951)[5] adaptaron el problema de las dos cuerdas de Norman Maier (1930, 1931), donde los participantes deben amarrar dos cuerdas que se encuentran suspendidas desde el techo, pero que están muy lejos para unirse fácilmente.
Esta respuestas también era correcta, pero no demostraba la competencia del estudiante en el área académica específica que se estaba evaluando.
Calandra presentó esta anécdota como si se tratara de una experiencia real en primera persona que había ocurrió durante la crisis del Sputnik.
Un estudio reciente arrojó evidencia preliminar que apoya la universalidad de la fijación funcional.
Utilizaron las herramientas con mayor rapidez y sin dudar cuando la funcionalidad se les había explicado previamente.
Basándose en el supuesto de que los estudiantes presentan una fijación funcional, un estudio sobre la transferencia analógica en clases de ciencia proporcionó datos significativos para formular una técnica que permita enfrentar la fijación funcional.
Los estudiantes se clasificaron en cinco grupos diferentes: cuatro de acuerdo a su conocimiento científico previo (desde específico a general) y el quinto se utilizó como grupo de control (sin presentación analógica).
Se identificaron hallazgos no concluyentes para la transferencia analógica positiva basada en el conocimiento previo; sin embargo, los grupos efectivamente demostraron variabilidad.
Los investigadores plantearon que una analogía bien pensada y planificada (adecuada tanto en formato como tipo para la tarea de resolución de problemas) puede ser útil para que los estudiantes superen la fijación funcional.