Geografía de la Provincia del Chaco

Como el Hemisferio Sur es eminentemente oceánico, las condiciones térmicas del mar influyen notablemente en la circulación atmosférica.

Dichas masas transponen la barrera unas 80 veces al año, pudiendo desde allí seguir tres trayectores diferentes.

[2]​ En épocas invernales es más común la trayectora principal es la meridiana, por la cual los vientos toman rumbo norte a través de la depresión continental.

Son típicamente frías y pierden casi toda su humedad una vez que traspasan la Cordillera.

Al provenir del sudoeste su acción se siente con mayor intensidad en dicha zona, perdiendo relevancia hacia el norte y este.

Genera en la zona lloviznas o lluvias generalizadas, situación que se puede prolongar por varios días, sobre todo durante los meses de mayo y junio.

[2]​ A medida que se avanza hacia el norte aumentan levemente las temperaturas, ubicadas entre 20° y 22° de media anual.

En la zona oriental la merma de los vientos tropicales se compensa con las masas polares atlánticas, por lo que no existe una estación seca como en la región occidental.

La variabilidad intermensual es aun mayor, por la característica de las lluvias estivales, desorganizadas, al punto que se pueden presentar máximos aleatorios en determinadas áreas.

Discurre paralela al río Paraná, y aunque apenas ingresa en el Chaco tiene grandes efectos al limitar el escurrimiento entre ambos altos, formando lo que se conocen como los Bajos Submeridionales, un amplio sector del Sur provincial caracterizado por múltiples bajos y cañadas.

[2]​ En el período conocido como Belgranense Superior una activa red fluvial alimentada por cuantiosas precipitaciones surcaba la provincia con poca carga sedimentaria, mientras que en el Este predominaba un ambiente lacustre con amplios sectores inundables.

Durante el Platense y el Cordobense hubo un clima más seco en el que predominó la acción eólica.

Durante períodos húmedos, la vegetación se desarrolla en áreas inundables, y sus restos orgánicos se depositan en el fondo; al reducirse la profundidad el agua debe abarcar mayor superficie, lo que a su vez aumenta el área de evaporación.

Por otra parte, en los períodos secos, los vientos forman dunas y van rellenando las depresiones; el escurrimiento del agua es en general laminar con gran arrastre de sedimentos que también generan albardones con tendencia a ser rotos y traspasados, ocasionando una red fluvial anastomosada.

[4]​ En el Devónico se estima existieron dos mares, uno en la cuenca argentina-boliviana y otro que ingresaba desde Uruguay, ambos separados por una franja de tierra que se extendía como continuación nordeste de las Sierras Pampeanas, es decir aproximadamente el ya mencionado Alto Pampeano Chaqueño.

En verano hay un corto período entre los máximos de primavera y otoño, cuyo efecto es más notorio por la alta evapotranspiración consecuencia de las altas temperaturas, al punto que pueden secarse los esteros y cañadas que alimentan el sistema.

En los tramos medios aparecen algunos albardones donde pueden crecer especies arbóreas, con forma de selva de galería si el desnivel supera los 2 metros respecto al fondo; la salinidad es muy variable reflejando el aporte que hagan las lluvias o las napas freáticas, lo que a su vez afecta la vegetación acuática.

En el tramo final las márgenes son elevadas con bosques continuos; no presentan deltas lo que favorece la injerencia de los ríos Paraná o Paraguay en los cauces.

[14]​ En general arrastran muy pocos sedimentos, esto se debe al gran nivel de fijación que produce la cubierta vegetal.

Las aguas son ricas en plancton, y poseen una ictiofauna adaptada a la escasez de oxígeno.

El espartillar no favorece la fauna silvestre, y acarrean las sales desde el suelo a su estructura durante el crecimiento, para ser liberadas en los incendios.

[17]​ La base está compuesta por sedimentos pardo-rojizos, limo-arcillosos, que se estima provienen de un gran ambiente flaviolacustre.

En estas depresiones naturales se forman depósitos de agua llamados esteros, bañados y lagunas.

Los suelos chaqueños están cubiertos por un manto de tierra cuyo color predominante es el gris, compuesto principalmente por arenas y arcillas.

La fertilidad del suelo es buena en general, aunque son más pobres los de la zona oeste.

En las zonas más profundas se encuentra vegetación halófita permanente como totoras, pehuajó, juncos, entre otras.

[20]​ En los bañados se encuentran especies adaptadas a la baja presencia de oxígeno como tarariras y cascarudos.

Estos a su vez atraen poblaciones itinerantes de garzas, mientras que los patos tienen mayor regularidad.

El asentamiento blanco más cercano era la Ciudad de Corrientes, en la margen izquierda del río Paraná.

Esta ocupación generó asentamientos muy dinámicos a fines del siglo XIX, destacándose La Sabana, sin embargo al declinar la extracción del quebracho cayó la principal actividad y quedaron reducidos a pequeñas localidades ganaderas, ya que las condiciones ambientales de los llamados Bajos Submeridionales impedían la práctica de la agricultura.