Los almohades llegaron a la península en 1146,[1] pero los cristianos rápidamente conquistaron Santarém, Lisboa, Tortosa y Tarragona antes que ellos.
[2] En 1172, Yusuf I comenzó una serie de ataques en Castilla y destruyó varias guarniciones fronterizas castellanas.
Alfonso VIII de Castilla aprovechó la oportunidad y comenzó un contraataque en Cuenca,[3] de donde provenía un gran peligro, ya que los almohades usaban la localidad como un puesto avanzado en sus continuos ataques contra Castilla.
[4][5] En 1178, Sancho I de Portugal, aún príncipe, lanzó una campaña contra el Califato almohade.
[8] Yaqub al-Mansur, el nuevo califa almohade, decidió invadir Portugal después de que conquistaran Silves.
[11] En Córdoba, el califa se reunió con una embajada de Alfonso VIII de Castilla y firmaron una tregua,[12] lo cual fue una buena noticia para Yaqub, ya que significaba que podía concentrarse en su campaña contra Portugal.
[14] El principal objetivo de al-Mansur era capturar Santarém, que asedió en 1190, pero fue derrotado por Sancho I y cruzados ingleses.
Leiria fue destruida y los almohades atacaron hasta el norte, en las cercanías de Coímbra.
Pero al ver que estaban tardando mucho en llegar, decidió enfrentar a los almohades solo.
Sin embargo, ambos bandos sufrieron considerables bajas, incluidos los almohades, quienes no pudieron continuar con su campaña.
Al final, ese matrimonio sí tuvo lugar y condujo a una paz entre ambos reinos en 1197.
[19] El Reino de Castilla y los almohades también firmaron una tregua que duró hasta 1211.
[25] Las hostilidades comenzaron en 1211, cuando Alfonso VIII rompió la tregua que tenía con los almohades y atacó el territorio andalusí.
Al-Nasir se vio obligado a intervenir y desembarcó en la península ibérica ese mismo año.
El rey Sancho VII lideró a sus caballeros a través de las brechas y cargó contra el califa, que estaba rodeado por una escolta de guerreros esclavos negros.
Ruy Díaz (Orden de Calatrava) resultó gravemente herido y tuvo que dimitir.
[30] La aplastante derrota de los almohades aceleró significativamente su declive tanto en la península ibérica como en el Magreb una década después.
[31] Esto dio un mayor impulso a la Reconquista cristiana y redujo drásticamente el poder ya menguante de los moros en Iberia, que pronto se dividieron en pequeños reinos musulmanes.