Los romanos fundaron numerosas ciudades, entre las que destacan Serdica (la actual capital, Sofía), Nicopolis (Nikopol) y Durostorum (Silistra).
Estos últimos formarían, junto con los eslavos, el primer Estado búlgaro, a finales del siglo VII.
Los protobúlgaros eran un pueblo nómada y belicoso procedente de Asia Central, emparentado con los hunos.
De hecho, los primeros janes protobúlgaros hacían remontar sus orígenes al huno Atila.
Desde allí, los protobúlgaros hostigaron a las guarniciones bizantinas y realizaron frecuentes expediciones de saqueo.
El emperador abandonó la campaña por motivos de salud, el desaliento cundió entre sus filas y comenzaron las deserciones.
El sucesor de Asparukh, Tervel (r. 700/701-718/721), fijó las fronteras y consolidó su posición en los Balcanes, convirtiéndose en una gran potencia militar.
[5] Constantinopla, por su parte, ejerció una fuerte influencia cultural, arquitectónica, religiosa y literaria en Bulgaria.
Tras derrotar y asesinar al emperador bizantino Nicéforo I en la batalla de Pliska (811)[7] Krum duplicó el territorio del país.
También introdujo el primer código civil escrito, válido para los eslavos y protobúlgaros.
[8] Su imperio, con capital en Preslav, se extendía desde el recodo del Danubio hasta el río Dniéper (en la actual Ucrania) y desde el mar Adriático hasta el mar Negro, dejando a los bizantinos solo las costas de las actuales Albania, Grecia y Tracia.
Su plan, que estuvo cerca de ver realizado, era unificar bajo su poder las monarquías búlgara y bizantina.
Bulgaria permanecería bajo la autoridad de Constantinopla durante casi dos siglos, entre 1018 y 1185, cuando se fundaría el Segundo Imperio búlgaro.
Bajo Iván Asen II (1218-1241) el Estado búlgaro se extendió hasta los mares Adriático y Egeo, controlando directamente Valaquia (en la actual Rumania), Moldavia, Macedonia, las Ródope (región del sur búlgaro, desde entonces parte de este país) y Tracia.
En 1396, los otomanos pusieron fin al Segundo Imperio búlgaro y sometieron por completo el país.
El tratado de paz permitió a los rusos establecer un protectorado sobre Moldavia y Valaquia.
Sin embargo, los búlgaros permanecieron bajo dominio otomano, aunque la invasión rusa fomentó el despertar nacionalista en los Balcanes.
Las masacres provocaron la reacción de la opinión pública y la diplomacia europeas: tal fue el caso, por ejemplo, del británico William Gladstone, que inició una campaña contra los "horrores búlgaros".
La rebelión contra el Imperio otomano que estalló en Bosnia en 1875 se extendió hasta Bulgaria al año siguiente.
Aunque el Tratado de San Stefano nunca se materializó más allá del papel, se convirtió en una referencia para los nacionalistas búlgaros, porque remitía al antiguo reino de Simeón I.
En las décadas siguientes Bulgaria consiguió nombrar obispos búlgaros en Macedonia (en poder otomano durante esta época).
En la provincia de Rumelia Oriental, las potencias europeas elaboraron los estatutos orgánicos del Congreso de Berlín y fue nombrado un gobernador en representación del sultán otomano y que fue aceptado por la asamblea.
Bulgaria se alió con Serbia en febrero de 1912 y con Grecia en marzo, declarando la guerra al Imperio otomano en octubre.
Sin embargo, la segunda Guerra de los Balcanes constituyó un desastre para Bulgaria porque Rumania y el Imperio otomano también participaron contra los búlgaros.
Por el Tratado de Constantinopla, Bulgaria también debía devolver Adrianópolis y Tracia Oriental al Imperio otomano.
Atenazado por austriacos, húngaros y búlgaros, el Ejército serbio se retiró hacia el mar a través de Albania.
Gracias a sus alianzas, Bulgaria obtuvo una gran parte de Macedonia, territorios serbios y Tracia.
El gobierno búlgaro se esforzó por ganarse la simpatía de los macedonios e integrarlos.
Sin embargo, dada la presión popular, los antiguos comunistas compartieron el poder con la oposición, liderada por la Unión de las Fuerzas Democráticas (UFD).
No obstante estas tres fuerzas políticas han constituido un gobierno de coalición.