[1] Diversos estudios han demostrado una lenta, aunque paulatina ocupación desde la Edad del Bronce, en el III y II milenio a. C., en la zona denominada como Colina de los Quemados, actualmente ocupada por el parque Cruz Conde, posiblemente conformado por pequeñas cabañas de planta circular u ovalada.
Una vez entrado en el período orientalizante, Corduba seguramente fue amurallada a partir del siglo VII antes de Cristo.
En el año 74 a. C. la ciudad recibió a Quinto Cecilio Metelo Pío de manera entusiasta y lujosa.
[3]Es entonces cuando plantó el famoso platanus mencionado por Marcial, situado en los jardines del actual Alcázar de los Reyes Cristianos.
Longino, en represalia, destruyó las nobilissimae carisssimaeque posesiones (agros y aedificia) de los cordubenses situadas al sur del río.
[3] En el año 43 a. C., durante la época del Segundo Triunvirato, Corduba recuperó su papel como centro político de la Hispania Ulterior, siendo convertida en su capital.
[3] En la reorganización de las provincias hispanas llevada a cabo por Augusto en el año 27 a. C., la Hispania Ulterior Baetica queda a cargo del Senado siendo su capital la que de nuevo, será conocida como Colonia Patricia.
También, coincidiendo con el viaje del emperador se acuñan monedas con la leyenda Colonia patricia.
[3] Siendo Claudio emperador se inicia la construcción del centro de culto imperial, cuyo templo pueden observarse en la actual calle Claudio Marcelo, y la plaza situada delante del mismo, concluyéndose en la época de Nerón, junto con un circo en las inmediaciones.
[3] Entre los años 294 y 296 se construye el palacio imperial palatium Maximiliani junto a la actual estación ferroviaria, que sirvió de sede al emperador Maximiano Hercúleo.
[3] Con la caída del imperio romano, y las invasiones bárbaras, Corduba fue saqueada por los vándalos, ocupándola, temporalmente, en el año 411.
Debido a este hecho, el prestigio de Leovigildo subió tanto que por primera vez un rey visigodo se atrevió a usar los símbolos de la realeza: cetro, corona y manto, acuñando moneda en su propio nombre.
Esto provocó una disminución de su influencia en el reino visigótico, frente a otras ciudades como Hispalis.
En el año 1315, durante el reinado de Alfonso XI, se edificó la actual sinagoga, bajo la leyenda, que hoy en día se puede seguir observando de "Santuario en miniatura y morada del Testimonio (o Ley) que terminó Ishap Moheb, hijo del señor Efrein Wadowa el año setenta y cinco.
Dicha decisión la tomó tras la batalla del Campo de la Verdad, en la que se enfrentó con su hermano.
La defensa original había sido levantada por el emperador Octavio Augusto aunque a dicha fecha se encontraba en ruinas.
[11] Y la leyenda afirmó, aunque sin fundamento alguno, que Fernando Alfonso de Córdoba mató a su esposa por haber creído que le era infiel a pesar de que ella nunca lo había sido, y según esta versión, el caballero, mostrándose arrepentido, pidió perdón al rey Juan II por el crimen cometido y el monarca le ordenó construir una torre en Córdoba como expiación por su crimen, llamándose desde entonces dicha torre la «Mal-muerta», aunque en realidad fue edificada a principios del siglo XV, es decir, varias décadas antes de que se cometieran estos crímenes.
[12] No obstante, sí se plantearon dificultades en el mantenimiento del orden.
En realidad, esperaban que las concesiones les fuesen negadas con el fin de usarlas como pretexto para levantar a la Comunidad.
Ante los movimientos del Comares, el marqués de Priego, su enemigo, se instaló en la ciudad para hacer frente a cualquier eventualidad.
Así, la calma quedó restablecida en la ciudad, que envío sus diputados a asamblea de ciudades andaluzas destinada a evitar que el movimiento comunero penetrase en la provincia, la liga de La Rambla.
Se habló de una conspiración para sublevar la ciudad, lo cual movilizó a las autoridades para castigar a sus presuntos cómplices: un hidalgo, Pedro de Cotes, que fue decapitado, y otros más, que fueron descuartizados.
En el año 1523 se comenzó a levantar la actual catedral de Córdoba, siendo obispo de la ciudad Alonso Manrique, trabajando en ella los principales arquitectos castellanos y encargándose su dirección a Hernán Ruiz I, siguiendo tanto los cánones góticos como los renacentistas.
Diseñado por Hernán Ruiz III, consta con un único vano, de dintel configurado por dovelas y a cada lado de este dos columnas dóricas sobre basamento almohadillado que sostienen un entablamento rematado por una gran cornisa.
También demográficamente ha despegado Córdoba, si bien no tanto como se esperaba (planes para que alcanzara los 400 000 habitantes hacia 1990) y a costa de la inmigración rural masiva, llegando a contar alrededor de 320 000 habitantes en el año 2000.