En general, el mundo pagano, tanto romanos como griegos, tuvieron una actitud relajada hacia el concepto de suicidio.
En Roma, el suicidio nunca fue una ofensa general a la ley, aunque el sentido entero hacia la cuestión era esencialmente pragmático.
Si el acusado se suicidaba con anterioridad al juicio y condena, entonces el estado perdió el derecho de apoderarse de su propiedad, un problema legal que solo podría decidirse por Domiciano en el siglo I d. C., quién decretó que quienes morían con anterioridad al juicio quedaban sin herederos legales.
El derecho canónico como civil establecieron severas medidas a los suicidas, puesto que necesitaban proteger a la población para cumplir con su objetivo económico y político de crecimiento ante las crisis demográficas y monetarias que se presentaban en muchos reinos.
El suicidio por desesperación era considerado como la muestra de la fe frágil, para Aristóteles un acto contra la comunidad, para Tomás de Aquino y San Agustín como el pecado más grave, pues, quien se priva de la vida peca contra Dios (“Et ideo qui seipsum vita privat in Deum peccat”), y si el Quinto Mandamiento prohibía el homicidio, el auto homicidio tampoco era permitido; su simbología se representaba en una visión oscura, destemplada, culpable, caída.
En la Edad Media, se justificaba esta muerte como la pérdida de condición humana según Michel Foucault.
Su tratamiento se enfocaba en alternar distintas actividades para una vida equilibrada, pero no existía una cura universal para este caso.
Para la Iglesia en los próximos siglos, la locura era una razón medianamente aceptada por la cual el hombre podía suicidarse, puesto que no es totalmente voluntario de quitarse la vida, sino que lo impulsan sus condiciones mentales, tornando un enfoque distinto en el suicidio hacia un ámbito más humano.
Robert Burton unos siglos después consideraba que la causa diabólica del suicidio solo hacia parte de una construcción cultural.
En la literatura, Giovanni Boccaccio le era normal que alguien se quitara la vida por causa de la melancolía.
Se encontraban las apariciones y posesiones del diablo que invitaban a toda la población.
Uno ejemplo famoso de alguien quién deseó acabar su vida y aun así evitar la eternidad en infierno era Christina Johansdotter (quien murió en 1740).
[5] La secularización de sociedad, que empezó durante La Ilustración, cuestionó las actitudes religiosas tradicionales hacia el suicidio para finalmente formar la perspectiva moderna en el asunto.
[9] En tiempos antiguos, el suicidio se daba después de la derrota en batalla para evitar captura y la posible tortura, mutilación, o esclavismo por parte del enemigo.
Los judíos insurgentes murieron en un suicidio masivo en Masada en el año 74 d. C. en lugar de ser esclavizados por los romanos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las unidades japonesas a menudo peleaban hasta el último hombre en lugar de rendirse.
Hacia el fin de la guerra, los pilotos navales japoneses llamados kamikaze eran enviados para atacar barcos Aliados.
Algunos esclavos fueron retratados por escritores abolicionistas, como William Lloyd Garrison, como los que acabaron sus vidas en respuesta a la hipocresía de la Constitución estadounidense.
[cita requerida] Durante la Revolución Cultural en China (1966–1976), numerosas personalidades públicas, especialmente intelectuales y escritores, cometieron suicidio para huir de la persecución hecha por los Guardias Rojos.