Este último, al descubrirlos en el lecho, les dio muerte y se vio obligado a ocultarse.
La afligida madre anhelaba partir hacia España para contar con el consuelo de su hijo dominico.
Aconsejada espiritualmente, María de Arana «puso el sello a su donación con el perdón cristiano» y se marchó.
Asimismo, los conventos preparaban a las mujeres para la vida matrimonial: las hijas de familias adineradas eran ingresadas dotadas con una dote —que en ocasiones incluía la entrega de una esclava— y, una vez acordado el matrimonio, las jóvenes novicias abandonaban el convento para contraerlo; las viudas, por su parte, ingresaban con una dote para retirarse del mundo hasta su fallecimiento, pues vivir solas resultaba complicado.
El permiso para fundar el convento fue concedido en 1557, y en diciembre de 1560 llegaron las primeras monjas.
La instalación de las monjas fue posible gracias a Arana, quien donó una dote que incluía casas aptas para el establecimiento del monasterio.
Por ejemplo, la dote de Arana consistió en propiedades en Santo Domingo, una estancia con seis esclavos, y ganado en la ribera del río Soco.
En 1567 comenzaron a construir una iglesia para reemplazar la casa original ofrecida como dote; sin embargo, la falta de recursos ralentizó las obras, que se reanudaron en 1569 y se detuvieron nuevamente por la precariedad económica de la comunidad religiosa.
En 1584, la comunidad monástica había crecido a 36 religiosas, acompañadas de sus sirvientas y criadas.
Al retornar, estas se hallaron sin cobijo, obligadas a depender de la caridad de sus vecinos, y, mediante limosnas, se empeñaron en efectuar una reparación parcial del edificio, pese a que las condiciones permanecían precarias.
Sin embargo, un desacuerdo con el arzobispo de Santo Domingo motivó su traslado a Regina Angelorum.
Aunque la cofradía regresó posteriormente a la Catedral Primada, algunos de sus miembros permanecieron en Regina.
Sin embargo, en lugar de volver las dominicas, fueron 13 religiosas mercedarias quienes retornaron a la isla.
César Nicolás Penson (1855-1901) relata en El Santo y la Colmena, dentro de su obra Cosas añejas (1891), una anécdota ocurrida en Regina Angelorum durante ese período.
Según la tradición oral recogida por Penson, los soldados haitianos, instalados en el templo, comenzaron a percibir un zumbido constante, el cual, al ser investigado, se descubrió que provenía de un panal oculto tras una efigie de un santo en la fachada del templo.
[4] En 1824, el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer promulgó una ley que expropió las propiedades eclesiásticas y suprimió las órdenes religiosas.
Estos encuentros, que comenzaron como un espacio académico, adquirieron rápidamente un carácter de «junta revolucionaria».
Asimismo, creó el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino, comprometiéndose a dotarlo anualmente con 12,000 pesos.
En mayo de 1854, el padre Gabriel Moreno del Christo celebró su primera misa en la Iglesia Regina Angelorum.
En 1858, Francisco Javier Billini asumió la administración del templo, que se hallaba en estado ruinoso.
En respuesta, el arzobispo de Santo Domingo defendió su permanencia, señalando que durante siglos no habían ocasionado conflictos.
Durante la década de 1940, el convento fue demolido para dar paso a la construcción del Instituto Salomé Ureña; sin embargo, se conservó una pequeña porción del terreno junto al templo, donde las monjas mercedarias continuaron desarrollando su labor.
El inferior, de estilo renacentista, se distingue por su sobriedad, mientras que el superior combina elementos platerescos y barrocos.
En la cúpula, se distinguen cuatro pinturas que representan a los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
A ambos lados del nicho se sitúan dos puertas, y en su entorno, así como en la parte inferior, se conservan vestigios del ajimez, balcón saliente que, en su momento, estuvo cerrado mediante celosías de madera.
Un coro alto, sostenido por madera tallada, se ubica sobre el altar, y aún se conservan las celosías, pequeñas ventanas a través de las cuales las monjas participaban en la oración, apartadas del bullicio exterior.