Iniciada el conflicto de 1812 con Gran Bretaña, Almeida participó como corsario en la lucha contra los británicos.
Actuando con prudencia, reunió 16 inversionistas a los que vendió su goleta Joseph & Mary, de 139 tn, conservando solo una acción.
Pese a ese fracaso, que aligeró el haber retenido solo una parte de la nave, Almeida pronto se recuperó con creces.
A la noche, el Kemp pudo perderla y en la mañana del día 2 regresó sobre los mercantes.
La Kemp carecía de suficientes hombres para tripularlos todos por lo que eligió cuatro dejando continuar al resto.
La causa Almeida v. Certain Slaves, que fue considerada una de las más novedosas e importantes del período fue tramitada ante el juez John Drayton,[4] quien pese a los argumentos del abogado de Almeida Robert Hayne[5] falló en su contra.
En solo diez días hizo 16 presas y si bien no siguió a ese ritmo la campaña de cuatro meses en esas aguas le dio grandes ganancias.
Recuperada la Nueva Catalina, Almeida la hizo incendiar ante el estado en que se encontraba tras la lucha.
Almeida fue nuevamente representado por Walter Dorsey, esta vez en la misma corte en la cual normalmente presidía como juez.
Rematada nuevamente en Buenos Aires, la Congreso fue adquirida por Almeida y armada por Juan Pedro Aguirre, esta vez con patente de Chile, para actuar en el Pacífico.
Almeida, no obstante, dejó la operación en manos de Aguirre y partió a Estados Unidos.
Tras vender su carga en las Azores, siguió al puerto de Juan Griego en la Isla Margarita donde la nave fue juzgada buena presa y comprada por Almeyda que la rebautizó Luisa Cárceras (Louisa), procediendo luego a conducirla a los astilleros de Fells Point para su alistamiento.
Monroe decidió presionar a los jueces de distrito para que negaran a los corsarios puerto seguro en Baltimore y, finalmente, le solicitó al Congreso prohibir la presencia de buques extranjeros armados en ese puerto.
A los quince días, ya en alta mar, Almeida les anunció su verdadera misión y exigió que firmaran nuevos artículos corso.
Declarando la "guerra con todas las naciones" saquearon buques británicos, estadounidenses, rusos, franceses y de otras banderas.
Ellos no se decían insurgentes, y sí descaradamente afirmaban que estaban en guerra con todas la naciones".
Almeida aceptó y se marchó "sin ninguna apariencia de mal humor."
El Arrogante Barcelonés fue puesto en libertad, y Almeida era finalmente libre para entregar su "carga de pan."
Al no recuperarse Houston, fue designado en su reemplazo Theodorick Bland, quien ante las sospechas de connivencia con los corsarios y sus financistas y aprovechando que Almeida en esta ocasión no contaba ya con respaldo empresarial, ordenó inmediatamente la restitución del navío a sus dueños españoles.
[22] Cuando el juez de distrito Nathaniel Tucker enteró de que su fallo había sido revocado por el juez Marshall, señaló con amargura que el bergantín Wilson estaba ahora "en libertad y activo" y que "efectúa su crucero frente a nuestras costas, desde Virginia a Carolina del Sur y Georgia, según puede verse en los periódicos."
Al iniciarse la Guerra del Brasil que enfrentó a la República Argentina con el Imperio del Brasil por la liberación de la Banda Oriental, Argentina reemprendió la actividad corsaria forzada por la enorme superioridad de la armada imperial.
Almeida consiguió obtener patente de corso para el Pichincha del cónsul en los Estados Unidos, el cual "parece que tiene algunas patentes firmadas en blanco, como también se hallan habilitados otros varios, y de este modo los traen locos a los barcos mercantes de las costas del Brasil"[26] y así inició su último crucero bajo pabellón y con patente de Buenos Aires rumbo a las costas del Brasil, donde apresó un bergantín y dos sumacas portuguesas que transportaban 250 negros.
Almeida conservaba aún intereses en los Estados Unidos y es posible que allí permaneciera su familia.
Vera amenazó entonces con bloquear la salida y hacer volar la santabárbara consiguiendo que se rindiesen.
Tras apoderarse del buque, cortaron los cables abandonando el ancla y pusieron rumbo a Puerto Rico.
El 10 de enero último se separaron del Patriot los dos tenientes primeros con 20 hombres de la tripulación y no volvieron más a su bordo, y dos días después se amotinó su tripulación contra el capitán (Almeida) y se dirigió con el buque a San Juan donde le entregó a las autoridades juntamente con el capitán: este último fue conducido al Morro donde se le tiene bien custodiado, y la tripulación fue puesta en libertad."
Sin embargo, John Quincy Adams, quien lo conoció en Estados Unidos, lo describió como "un rústico y jovial lobo de mar que no sabe leer ni escribir".
Otros afirmaban que "habla inglés con bastante propiedad, su estatura mediana y de un mirar malicioso.
Almeida la hizo embalsamar y sepultó "su tesoro" en una isleta desolada cerca de Puerto Rico, visitándola cada mes.
Otros tripulantes descubrieron luego la escena y transportaron el cuerpo de la mujer a St.