Las ínsulas extrañas (antología de poesía)

[8]​ El volumen se abre con una breve «Nota a la edición» que narra las circunstancias, la intención inicial del proyecto y su posterior desarrollo, firmada por Nicanor Vélez.

[9]​ A continuación sigue un «Prólogo» de veintidós páginas firmado por los cuatro antólogos (Milán, Robayna, Valente y Varela).

[12]​ No suponen estas afirmaciones, según los firmantes del prólogo, un rechazo en plano al realismo en la lírica, sino a la ausencia en España de la «vivacidad» del registro realista al otro lado del Atlántico, donde el lenguaje fue sometido por los autores hispanoamericanos a «una permanente crítica y a un casi sistemático cuestionamiento».

[15]​ Por otra parte, como ha señalado José Carlos Mainer en su reseña a Las ínsulas extrañas, son «dos poetas y dos intenciones que apadrinan, en consecuencia, dos trayectorias significativamente distintas, casi opuestas», una idea calibrada por los responsables de la selección.

[18]​ Los países más representados son España (con Miguel Hernández, Luis Rosales, Pablo García Baena, Aníbal Núñez, Francisco Brines, Olvido García Valdés y muchos más), Chile (Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Jorge Teillier, Enrique Lihn, Oscar Hahn…), Argentina (Enrique Molina, Roberto Juarroz, Olga Orozco, Hugo Gola, Héctor Viel Temperley, Juan Gelman, Alberto Girri…), Cuba (José Lezama Lima, Severo Sarduy, Fina García Marruz, Cintio Vitier, Eliseo Diego…) y Perú (Rodolfo Hinostroza, Carlos Germán Belli, Jorge Eduardo Eielson, Américo Ferrari, José Watanabe…).

[21]​ En una entrevista publicada en ABC en octubre del mismo año Guillermo Carnero, otro de los poetas no seleccionados, se refirió a Las ínsulas extrañas como «una venganza póstuma de Valente», y tachó la antología de «incompleta, parcial, maniquea y mal hecha», pese a reconocer no haber leído más que el índice y concederle el mérito de haber rescatado del olvido al escritor Juan Antonio Masoliver.

[22]​ Por el contrario uno de los incluidos en el libro, el novelista y poeta José Manuel Caballero Bonald, defendió así el criterio de los antólogos: «Los que están presentes no lo están tanto por haber realizado una obra, sino por haber transitado por los caminos más arriesgados (…).

Ya sólo esto debería acallar las críticas ante la ausencia de cualquier otro poeta español.