María Enriqueta de Austria

La archiduquesa alcanzó desde bien joven una gran pasión por los caballos, destacando como una magnífica amazona, cabalgando con destreza por las llanuras húngaras.

La princesa Melanie Metternich-Zichy, tercera esposa del destacado estadista austriaco Klemens von Metternich, dijo entre risas refiriéndose al amor de María Enriqueta por los caballos, que era como si un teniente húsar se casase con una monja; siendo la monja el duque de Brabante.

Sin embargo todo eran buenos augurios para la pareja principesca al poco de su matrimonio: después de que una niña llamada Luisa, nació el deseado heredero, el príncipe Leopoldo.

Para afianzar más los vínculos entre la nueva dinastía belga y la antigua Casa de Austria, dando a la primera la legitimidad que le faltaba y, a la segunda, una alianza libre de riesgos con el mundo moderno.

Políticamente, María Enriqueta no pudo ejercer ninguna influencia y solo realizó tareas representativas.

María Enriqueta se volvió huraña e inaccesible debido a estas constantes humillaciones.

Ello constituirá una tragedia para los soberanos, que les lleva a distanciarse aún más.

Sin embargo, se da un breve acercamiento con la esperanza de engendrar otro varón, pero es una niña la que nacerá en 1872: la princesa Clementina.

Además de los caballos, María Enriqueta siente pasión por los perros y las aves, especialmente los guacamayos.

En su castillo en Laeken, María Enriqueta, que tocaba el piano y el arpa, tenía un micrófono teatral instalado y, por lo tanto, podía escuchar las actuaciones vocales realizadas en la ópera real de Bruselas.

Las preocupaciones sobre los desafortunados matrimonios de sus dos hijas mayores y sus problemas matrimoniales la habían envejecido prematuramente.

La reina sueña con bodas brillantes para sus hijas, a quienes educa según las rígidas costumbres de la época, con baños fríos y mucha disciplina.

El matrimonio empieza con buena sintonía y la pareja pasa felices días en la corte de Viena.

Luisa se venga gastando escandalosamente la fortuna de su esposo y engañándolo abiertamente.

Entonces comprende que no puede dar herederos al trono, y la pareja, cuyos intereses divergen, se distancia abiertamente.

A pesar de ser un matrimonio desigual, Estefanía parece encontrar finalmente la felicidad.

Sus sobrinas, las hijas del conde de Flandes, se casan: una en Alemania y la otra en Francia.

Josefina Carolina se casó en 1894 con el príncipe Carlos Antonio de Hohenzollern-Sigmaringen.

La emperatriz "Sissi", la suegra de Estefanía, murió en Ginebra al año siguiente.

Se le dedicó una rosa roja en 1878, bajo el nombre de 'Reine Marie-Henriette'.

La reina María Enriqueta en 1865, por Winterhalter .
Leopoldo y María Enriqueta, duques de Barbante, en 1853.
El duque de Brabante en su lecho de muerte. Ilustración en un periódico ruso. 1869.
Presentación de regalos a la reina por sus bodas de plata, Palacio Real (Bruselas), el 22 de agosto de 1878.
Ilustración de 'Reine Marie-Henriette' en el Journal des roses , octubre de 1878.