Su posición social, el linaje que ella misma representaba y sus decisiones fueron esenciales para definir el territorio que heredarían sus descendientes, así como para dotarles de un buen futuro.
El matrimonio duró dieciocho años, hasta la muerte de Beltrán en 1492.
Por los escritos conservados, parece que Beltrán de la Cueva profesó un gran amor por María.
En su testamento se dirige a ella como “mi amada señora muger Doña Maria de Velasco, la Duquesa que agora es”.
Otro bonito gesto con María son las palabras que Beltrán le dedica a su heredero, Francisco Fernández de la Cueva, en el testamento: “que sirváis e seáis obediente a la Duquesa, como si os pariera, e no salgáis de su mandamiento so pena de mi bendición”,[5] al que insta a cuidar de la duquesa como si fuera su propia madre.
Después de haber sido dos veces duquesa viuda, los reyes Isabel y Fernando la premiaron con un título propio, nombrándola duquesa de Roa en el año 1492, dignidad que ostentó hasta su muerte en 1509.
María apenas alcanzaba los catorce años en este momento por lo que será su padre, Pedro Fernández de Velasco, el responsable de concretar las capitulaciones matrimoniales previas con el futuro esposo.
Para la celebración legítima de este matrimonio hubo que esperar a recibir la dispensa apostólica, ya que los cónyuges eran parientes en tercer y cuarto grado según se lee en el documento de las capitulaciones matrimoniales.
[4] Este matrimonio solamente duró dos años ya que Juan Pacheco falleció en 1474.
Esta situación bien podría haberle costado un litigio con los futuros esposos ya que esto se consideraba una administración indebida de las propiedades.
María aportaría por su parte como dote al matrimonio joyas de oro, perlas, piedras y plata dorada que debieron de tasarse para que Beltrán brindase la misma cantidad.
[16] Beltrán también declaró haber firmado dichas capitulaciones “por miedo” de su suegro, el conde de Haro y afirmó haberse sentido presionado por los Velasco para la creación del nuevo mayorazgo.
El litigio se sucederá por unos cuantos años más, en concreto hasta 1503, cuando María declara que por fin Francisco de la Cueva le ha entregado todo lo acordado.
que en la niñez y rico estado, el vivir le quitó la muerte dura.
Dichoso tu que encierras juntamente del alma, el vaso de mejor belleza, linaje, ilustre calidad antigua, costumbre santa, celestial pureza, singular pecho de ánimo prudente, donde la virtud halló acogida, María.